La ginecóloga Patricia Borrero asegura que lo más difícil de su labor durante este tiempo de coronavirus ha sido no poder tener el mismo acercamiento con sus pacientes. Narra cómo reparte su tiempo entre su trabajo en una sala de partos y sus hijas, quienes reciben a diario clases virtuales.
Carolina Argüello Cruz
Los médicos ginecólogos han visto una disminución en el flujo de pacientes en estado de gestación, el miedo por el contagio a hecho que estas mujeres prefieran no acudir a sus servicios. Sin embargo, los especialistas de la Clínica Medilaser cumplen a cabalidad con los protocolos de bioseguirdad para preservar su salud, la de las madres y la del bebé.
La ginecóloga Patricia Borrero le contó a LA NACIÓN cómo se vive el día a día en una sala de partos en tiempo de pandemia. Aunque no es mucho en lo que ha cambiado porque se siguen realizando los mismos procedimientos, si tuvieron que adaptarse a los nuevos lineamientos que trajo consigo el coronavirus.
“En la actualidad, tanto para la atención de las pacientes en consulta de urgencias como de los procedimientos obstétricos (partos, cesáreas, legrados), se están utilizando los elementos de protección personal recomendados por Federación Colombiana de Obstetricia y Ginecología y que han sido adoptados y protocolizados por la clínica. En este orden de ideas hemos sido cumplidores de la normatividad y operado con mascarillas quirúrgicas N95, gafas o caretas, batas manga larga y guantes”, relató la médica.
Para ellos, el tener que recibir a sus pacientes de una forma más distante ha sido la peor de las partes.
“Hemos también modificado nuestros protocolos de recepción: no las podemos saludar de mano, no pueden ver nuestros rostros, deben ingresar sin compañía a la consulta, lo que no nos permite el acercamiento a las pacientes al que estábamos acostumbrados”.
Entre partos y cesáreas en la Clínica Medilaser se atienden diariamente aproximadamente 7 y 8 pacientes, por fortuna, hasta ahora no ha llegado ninguna con sospecha para coronavirus o al menos, presentando síntomas.
“Afortunadamente no hemos tenido pacientes sospechosas o positivas de covid – 19, por lo que la atención del recién nacido la venimos realizando a la luz de los protocolos de atención. Es decir, que se encuentran en alojamiento conjunto a sus madres y reciben lactancia materna exclusiva. Es fundamental tener en cuenta que, si la paciente asegura que puede tener síntomas de la enfermedad, se le da el manejo que ya tenemos estipulado, acorde a las medidas definidas”.
Pese a todo, son conscientes que puede haber alguna asintomática, pues están en edades entre 14 y 40 años de edad. Por esta razón, teniendo en cuenta la actividad de parto, se toman las medidas necesarias requeridas para la protección tanto de la paciente como del personal que está atendiendo a la materna.
Un mes en la clínica
Una de las anécdotas más gratificantes que ha traído la cuarentena es que durante un mes estuvieron haciéndole acompañamiento a una paciente oriunda de Colombia, Huila, que por las dificultades de transporte tuvo que permanecer hospitalizada hasta que dio a luz.
“En marzo ingreso una paciente con embarazo pretérmino con contracciones uterinas y alto riesgo de nacimiento antes de lo indicado, y por lo tanto, riesgos para el recién nacido por su prematurez, tuvimos que hospitalizarla para vigilancia estricta e iniciar manejo con el fin de evitar el parto, la paciente tenía residencia lejana, no tenía familiares para que la visitaran, ni era posible remitirla a su municipio de origen por la dificultad en el transporte, así que tuvimos que dejarla hospitalizada durante todo este tiempo, realizando el acompañamiento, alimentación y cuidados necesarios hasta que llegara el tiempo y el nacimiento fuera posible sin tanto riesgo para el bebé. Un mes después se logró finalizar el embarazo, parto sin complicaciones, y la paciente y su recién nacido pudieron ir a casa juntos”, contó la doctora Borrero.
Su vida familiar
A la doctora Patricia Borrero el aislamiento obligatorio la ha sorprendido como a cualquier otra persona, ella debe distribuir muy bien su tiempo para ‘repartirse’ entre la clínica y su familia.
Se levanta desde muy temprano para dejarle hecho el desayuno a sus dos hijas y debe organizarles lo que necesiten para sus clases virtuales, pues la vida de todos cambió de la noche a la mañana drásticamente.
“Han aprendido a ser responsables en sus deberes a pesar de no tener un acompañamiento personal. Posteriormente, salgo a la clínica en donde inicio a las 7 de la mañana, realizo diferentes actividades, valoración y revista de las pacientes que se encuentren hospitalizadas, atención de partos o procedimientos como cesáreas. El almuerzo es en la clínica, y continúo con mis actividades hasta las 7 de la noche. Mis hijas han aprendido a preparar sus comidas, ya que tienen que almorzar solas en casa. Al llegar, dejo mis zapatos afuera y me coloco otros, me aplico alcohol en las manos y en la ropa e ingreso directamente al sitio de lavado donde me retiro el uniforme médico y lo lavo inmediatamente. Me baño y una vez termino si puedo saludarlas, tengo una perrita llamada Luna quien ha aprendido a no saludarme hasta que no haya terminado con la rutina del lavado”, narró.
