Obert Alejandro Ortiz
A un año de la Directiva Presidencial No. 2, el Decreto No. 417 “por el cual se declara un Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica en todo el territorio nacional” y, el Decreto No. 457 “por el cual se imparten instrucciones en virtud de la emergencia sanitaria generada por la pandemia del coronavirus Covid-19 y el mantenimiento del orden público”, que ordenó el aislamiento preventivo; las reflexiones, balances, pérdidas, adaptaciones y cambios a nivel personal, laboral y familiar son profundos. Definitivamente, lo único claro, es que nada será igual. Esta crisis, nos enfrentó a otros retos que debemos soportar con resiliencia. En mi caso personal, unos meses antes de iniciarse la pandemia, ya transitaba por una dificultad debido a un grave accidente de tránsito que me confrontó los sentimientos y de la que es complejo y tortuoso seguir, como si nada hubiese ocurrido. No imagino entonces, el drama de los familiares de los más de 50.000 personas fallecidas por Covid. Tampoco, de los que perdieron el empleo y sus afectaciones posteriores. Del padecimiento o del proceso de recuperación de quienes fueron positivos del virus. De los diversos factores presentados en el seno de los hogares por el aislamiento o distanciamiento social. Aspectos a los que no podemos ser indiferentes, especialmente de quienes menos hayamos sentido las consecuencias antes indicadas. Como experiencia, en este aislamiento o distanciamiento, debí cumplir otras tareas con más intensidad. Cómo no dimensionar 7 equipos conectados en casa para teletrabajo (3 portátiles y 5 smartphone, sumado al televisor, equipo de sonido y el Wifi sin apagar). Día y noche escuchando las conferencias de mi esposa, sus reuniones de trabajo y lo que expresaban sus interlocutores en temas de educación. Por mi lado, clases programadas con estudiantes en diversos horarios, reuniones de procesos de investigación y académica, otras de carácter administrativas, entre docentes, asesoría a estudiantes, sumado a las clases que como estudiante se cumplen (más educación). Y por si quería recreo, las clases de mis tres (3) hijos menores de edad alternando en horarios o de manera simultánea en sus colegios y, entre todos, escuchándonos los unos a los otros. Una odisea completa. Muchos aprendizajes en doble vía: los hijos escuchando compromisos de padres; padres lo de los hijos, los padres mutuamente. Sin tiempo para desperdiciar. Podría decir, que todo el mundo invadió nuestro hogar y, nosotros también el de otros. Un año. Afortunadamente, sin percances de salud. Ni una gripa. No visitamos ni la EPS por fortuna. Eso sí. Como nunca, diálogo en casa. Más unión. Se fortaleció la lectura de la palabra de Dios todas las noches (lecturas del día). Aprendí que el secreto para mantener, conservar, cuidar y fortalecer la familia nos lo proporciona la Santa Biblia. Lejos de padecer una tragedia, el tiempo en familia fue el mejor regalo de este año convulsionado. Para nada nos hizo falta escapar o violar protocolos. Cumplimos nuestros deberos como buenos ciudadanos. Gracias a Dios por permitirnos un minuto más de vida en esta adversidad. El rescate de la familia tiene que ser el aprendizaje y la ganancia para continuar hacia un mundo mejor o nueva normalidad.