‘Ellos son los mejores invitados en mi casa’

Diariamente decenas de abuelos, niños y madres cabeza de hogar de escasos recursos llegan a casa de Nancy Plazas. Con una voluntad admirable y con la convicción de servir al prójimo para alabar a Dios, cada lunes la mujer prepara y reparte en su vivienda cerca de 200 desayunos a los más necesitados. Diariamente decenas de abuelos, niños y madres cabeza de hogar de escasos recursos llegan a casa de Nancy Plazas. Con una voluntad admirable y con la convicción de servir al prójimo para alabar a Dios, cada lunes la mujer prepara y reparte en su vivienda cerca de 200 desayunos a los más necesitados. CAROLINA AMÉZQUITA LA NACIÓN, NEIVA Sólo con la colaboración de quienes, al igual que ella, sienten la necesidad de ayudar a los más desamparados, Nancy Plazas recibe y atiende en su residencia decenas de personas de escasos recursos para brindarles un desayuno. En su mayoría asisten al particular banquete adultos mayores, que ven en ella un ‘ángel’ enviado del cielo. Todos los lunes como desde hace 10 años lo hace, Nancy se levanta más temprano de lo acostumbrado para preparar el desayuno de quienes cada ocho días no faltan a su cita. Uno a uno a su casa, ubicada en la Carrera 45 No. 20-28 del barrio La Rioja, empiezan a llegar los abuelitos que esperan un plato de comida. Con vocación de servicio y su fe puesta en Dios, la mujer consigue desayunos para todos, según ella donde come uno, comen dos. “La idea nació porque siempre fui una niña muy humilde, de padres separados y con muchas necesidades. Prometí que cuando Dios me diera la oportunidad de tener recursos económicos, ayudaría a la gente y así lo he hecho”, relató Nancy. La iniciativa es apoyada por personas que asisten a un grupo de oración de la iglesia católica, al cual Nancy presentó la idea y desde entonces fue acogida con el mejor de los ánimos. “Desde ahí coordinamos todo, somos seis, siete personas y todos nos ayudan en la causa, ahí estamos y seguiremos prestando ese servicio”. ‘No escogemos a nadie’ Sin importar edad, color o estrato social, Nancy se preocupa por igual para obtener la ración de cada uno de sus comensales. “Nunca le hemos negado comida a ninguno, a los que vengan se les atiende como reyes, indigentes, abuelos, niños, señoras, a todos”. Los beneficiados con la buena obra de Nancy, son especialmente habitantes de la Comuna 10 de Neiva, de barrios alejados como Las Palmas, Palmitas, Neiva Ya, Oro Negro, entre otros. “Hemos atendido hasta 200 personas, uno empieza a repartir y cuando se da cuenta está llena la cuadra”, dijo. Además del servicio social que presta, la mujer ve en sus ‘abuelitos’ –como ella los llama-, una oportunidad de congraciarse con Dios y darle sentido a su vida. “A través de los años nos hacemos amigos y uno conoce muchas historias, es muy triste porque nos damos cuenta que hay demasiada pobreza en Neiva. Muchos abuelos vienen enfermos, desalentados, olvidados…”. Incluso, agrega mientras mira con esperanza los rostros cansados de sus ‘abuelitos’, algunos han fallecido. “Otros con el tiempo han muerto, por eso cuando no vienen empiezo a preguntar cómo están, hay unos que viven muy enfermos, entonces trata uno de estar pendiente de eso, qué tienen a ver si los podemos ayudar en algo”. A pesar de la buena iniciativa, Nancy solo cuenta con el dinero que pueda aportar y la colaboración de los amigos más cercanos. “He querido que se vincule más gente a la causa, que me ayuden con el servicio de salud pero no ha sido posible, la gente solo pasa, mira y dice: ‘Ay tan bonita la obra’, pero nadie hace más”. De a poquitos, Nancy recoge lo que sus conocidos puedan aportarle. “Sólo entre mis amigos que me dan $5.000, $10.000, $20.000, o me regalan mercado, lo que falte lo pongo yo, lo importante es no fallarle a los abuelos”. El menú varía de acuerdo al presupuesto que se logre recoger durante la semana. “Hay amigas que nunca me fallan con la colaboración, ellos me llaman, van al grupo de oración, nos reunimos, vemos qué hay para cada semana, dependiendo de eso coordinamos qué les vamos a dar. Cuando hemos podido recoger buen dinero les damos caldo, huevos, y cuando no, una mazamorra o lo que haya. Mientras viva seguiré haciendo esto”. ‘Mi motivación es Dios’ Sin pretensiones de recibir reconocimiento alguno, Nancy afirma que su única motivación es Dios. “Nada más, hago lo que hago para que Él me observe. Igual tengo un hijo y espero que si él algún día necesita, alguien le dé la mano. Nunca espero que ellos me lo agradezcan, pienso que son alabanzas para Dios”. Además de los desayunos semanales, la mujer se esmera por ofrecer a los abuelos servicios adicionales como el de peluquería. “Cada 15 días hacemos jornadas de aseo, un señor llamado Eustaquio Sáenz viene y los peluquea”. Afirma Nancy al recordar que para la próxima semana está coordinada la jornada y que a diferencia de las demás, en esta no podrán ubicarse en el lugar acostumbrado. “Siempre nos hacemos en ese lote frente a la casa, pero ahora que está lleno de hojas y ramas secas no hemos podido, porque no han venido a recogerlas. Igual hay que hacerla, así sea en la calle”. Con humildad, Nancy sostiene que su obra es algo muy mínimo ante tantas necesidades existentes en la ciudad, sin embargo, está convencida de que aporta su granito de arena para que el mundo sea cada día mejor. “Es algo muy pequeño lo que hacemos, pero lo importante es que ellos son los mejores invitados en mi casa”. ‘Si tuviera más ayudaría más’ Plazas no es una persona pudiente, por el contrario, se esfuerza cada día para salir adelante y conseguir el sustento para su hijo. Hace poco abrió un restaurante cerca a su casa, con lo que se ayuda para los gastos. “Soy madre cabeza de hogar, me desempeño como comerciante y tengo un restaurante que monté en compañía con dos amigos que se quedaron sin empleo, desde ahí nos ayudamos entre todos”. Reafirmando su fe en Dios, Nancy comenta que ante la imposibilidad de tener hijos, adoptó uno al cual entrega todo su amor y dedicación. “Mi hijo es adoptado y por él lucho día tras día. Pienso que en esta vida cada uno debe hacer algo por las personas, porque Dios mira las obras no las palabras, entonces esa es la motivación, alabarlo a Él. Si tuviera más recursos les ayudaría más”. Sin embargo, la mujer no se detiene ante la escasez de dinero, sólo pide a Dios todos los días para que gente de buen corazón se una a su causa. “Qué bonito sería que la gente no solo dijera tan buena esta obra, sino que dijeran, mire señora aquí le traigo un flan de huevos, una bolsa de leche… lastimosamente son muy pocas las personas que se vinculan con aportes”, dijo Plazas. Y agregó, “eso sí, en época de campañas electorales, todos los políticos aparecen por aquí a ayudar con los abuelos y ofrecen todo, pero luego que terminan ni se vuelven a aparecer. Incluso, en estas últimas elecciones vinieron una cantidad de peluqueros y personas de la Cruz Roja, pero fue solo un día, luego nunca volvieron”. Los abuelos encuentran en este espacio un lugar donde son atendidos e importantes, por eso Nancy se esmera por celebrar de alguna manera las fechas especiales. “Les celebramos los días de la madre, la mujer, la Navidad, les hacemos misas, alabanzas, hacemos rifas, juegos… eso sí, si hay recursos les hacemos la celebración, sino solo un buen desayuno, aunque poco, pero con mucho amor”. La mujer sueña con poder gestionar recursos y prestarles un mejor servicio a sus abuelos. “Quisiera comprar el lote frente a mi casa para poner un comedor y que nunca les falte a ellos, que podamos continuar con esta misión hasta que Dios mande por nosotros”, afirma mientras piensa que aunque su objetivo no es fácil, para Dios no hay nada imposible. Abuelitos felices Para los abuelos que asisten cada lunes, la iniciativa es una buena obra que los llena de vida y reconforta, al pensar que desinteresadamente alguien se preocupe por su bienestar. Ana María Sepúlveda “Tengo 97 años de edad, vivo en Las Palmas con mi hija y vengo cada ocho días desde hace muchos años, cuando aún me podía mover, brincábamos, bailábamos aquí, de todo. Esto es algo muy bueno porque nos ayudan sin ningún interés”. Sara Morales “Llevamos más de cuatro años viniendo aquí con mis hijos. A uno me lo mataron hace ocho días, él andaba en la calle reciclando y lo mataron a tiros. Yo trabajo en lo que salga, porque tengo nueve hijos y a todos hay que dales de comer. Me gusta mucho esto, siempre venimos todos y nos atienden bien”. Fanny Medina “Voy para dos años de estar viniendo todos los lunes, vivo con mi esposo que está recién operado y ya no puede venir, entonces me toca venir a rebuscarme, porque no tenemos como más. Es una cosa muy buena, esa señora es una bendición de Dios, nos da la comida y nos ayuda”. Luis Carlos Facundo “Vengo desde hace dos años, me parece magnífico, vivo con dos hijos y me toca salir a rebuscarme lo de la comida. Me rebusco, voy al centro, a sur abastos a ver qué sale”.

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