El hombre que cuidó en la selva a Emanuel, el hijo de Clara Rojas, habló con LA NACIÓN después de que la Corte Suprema lo absolviera de una condena por más de treinta años por supuestos nexos con las Farc. Dice que jamás colaboró con la guerrilla, que extraña al niño de la dirigente política, cuenta detalles de su odisea en la selva y le pide a Clara que desarme su corazón y perdone.
José Crisanto Gómez.
Desde que la Corte Suprema de Justicia absolvió a José Crisanto Gómez en diciembre de 2013 de una condena de más de treinta años del Tribunal Superior de Villavicencio por sus supuestos nexos con las Farc, el hombre que cuidó a Emmanuel (hijo de Clara de Rojas, ex secuestrada de la guerrilla) y lo sacó de las selvas del Guaviare, tiene otra vida.
En libertad, en un pueblo de Boyacá, busca trabajo para sostener a sus siete hijos y a su suegro, el curandero. Su esposa lo abandonó por otro hombre. Y él, sin recursos económicos, busca una nueva vida. Las fotos de ‘Pegui’, como llamó a Emmanuel, están colgadas en la sala de su casa, donde aún recuerdan al niño.
José Crisanto, el director de la película sobre su historia, Miguel Courtois, y el actor Luis Tosar.
LA NACIÓN lo contactó. Llamó a Clara Rojas al perdón y reveló que jamás se ha encontrado con ella porque la política colombiana aún guarda odio y rencor en su corazón.
¿Cómo pasó Navidad después de estar encarcelado y quedar en libertad?
Esta Navidad fue mucho más tranquila, aunque sin nada porque nunca he tenido la oportunidad económica de celebrarles una Navidad a mis hijos como ellos merecen, con natilla, luces, buñuelos. Pero bueno, con el solo hecho de estar libre de tanto problema y toda esta situación tan difícil, eso nos animó mucho y la pasamos tranquilos. Vivo actualmente con mis siete hijos (cuatro niñas, tres niños), con mi suegro -el curandero-, y con ellos compartí la Navidad, una fecha normal, sin comidas especiales, un día muy rutinario, nos acotamos a las 8:00 p.m., nos despertó a la madrugada la pólvora, la alegría de los vecinos que celebraban, pero nosotros no.
¿A qué se dedica? ¿De qué vive?
Actualmente no tengo trabajo. Tenía un auxilio que me daba la Unidad Nacional de Protección que consistía en tres salarios mínimos mensuales, pero desafortunadamente el mismo 16 de diciembre que se produjo el fallo a mi favor por la Corte, la Unidad Nacional de Protección me quitó el auxilio y medidas de seguridad porque bajó mi perfil de riesgo de extremo a uno muy ordinario.
Entonces, ¿cómo mantiene a sus siete hijos y de paso al suegro?
Ahora empieza otra odisea difícil, usted sabe que para sostener un núcleo familiar tan extenso como el que tengo actualmente se requiere de muchos gastos económicos y no sé, es incierta mi suerte, pero bueno con fe en Dios de que me socorrerá para la comida. No sé cómo lo haré, no tengo claridad. Estoy escribiendo mucho, estoy trabajando en una revista sobre la coca y sus derivados, presentaré el proyecto a la Secretaría de Educación para llevar las charlas y capacitaciones de prevención a las drogas en colegios públicos y privados.
Y su suegro, ¿de qué vive?
El fuerte de mi suegro, el curandero de Emmanuel, era en la selva del Guaviare. Acá, en esta selva de cemento donde vivimos, él no hace nada. Es otro hijo que tengo yo a cargo, me toca alimentarlo, conseguirle su vestuario cuando se puede. En realidad, mi futuro es incierto.
¿Cómo logra demostrar junto con la Corte Suprema de Justicia que es inocente, que no tiene vínculos con las Farc y que si cuidó a Emmanuel (hijo de Clara Rojas), fue obligado?
Yo lo dije desde un comienzo, nunca anduve con mentiras, siempre dije la verdad, siempre conté cómo había llegado ese niño a mi hogar, toda la odisea que tuve que enfrentar para sacar a Emmanuel de allí, para retirarme del Guaviare y evitar que mis hijos fueran reclutados por las Farc. En ningún momento mentí, siempre dije la verdad. Me parecía muy triste, lamentable, que la Fiscalía al ver que era un caso de tanta resonancia, me convirtiera en un trofeo para mostrarle al país un culpable, demostrar una supuesta eficacia investigativa que carecían porque nunca quiso investigar a fondo, siempre me sindicó de supuestos sin tener verdaderamente argumentos sólidos que demostraran que nunca hice parte de la más mínima escala de esa estructura guerrillera, jamás compartí con ellos, nunca fui estafeta de la guerrilla. He sido un contradictor de sus políticas inhumanas e injustas que le aplican al campesino. Es muy difícil, para muchas personas, imaginarse cuál es la realidad que deben soportar esas personas que viven en esas regiones tan apartadas donde la presencia del Estado es nula y la única ley que existe es de quien tiene las armas: las Farc. El campesino debe vivir a merced de lo que ellos digan, ellos son quienes ponen las leyes. Mucha gente cree que estar en las selvas del Guaviare es como vivir en un barrio de Bogotá.
¿Puede recordarnos cómo llega Emmanuel a sus manos?
Nunca puedo olvidar ese 11 de enero de 2005 cuando llegan dos personas vestidas de civil, en una lancha rápida en busca del curandero -mi suegro-, con este niño en unas condiciones verdaderamente infrahumanas, con un brazo fracturado, picadura de pito en tres partes del cuerpo, picaduras de zancudos, en un grado de desnutrición avanzado. No olvido todo lo que hice humanamente, lo que estuvo a mi alcance, lo que pude brindarle -lo mismo que a cualquiera de mis hijos-, y todo lo que tuve que hacer para sacarlo del Guaviare. Lo saqué de la selva sin saber quién era, ni de quién se trataba, incluso contra la voluntad del curandero y la mamá de mis hijos que me decían que no me lo llevara al pueblo, que lo dejara donde algún vecino para que se lo entregara a la guerrilla cuando volviera a aparecer. Pero veía que la única esperanza de vida de ese niño era yo y por eso, le ayudé.
¿Si pudiera retroceder el tiempo no hubiera aceptado quedarse con Emmanuel y con esto hubiera evitado todo el rollo en que se metió?
Creo que más que un sentimiento de solidaridad, lo hice por un sentimiento paternal. A pesar de todo lo que me ha tocado enfrentar, sufrir junto con mis hijos, no me arrepiento, jamás lo haré, porque al fin y al cabo ahí está reflejado el pago de todo mi sufrimiento: la vida de Emmanuel. Si yo no lo hubiera cuidado, él habría muerto, hoy el país estuviera en la incertidumbre sobre qué pasó con el niño, incluso su misma madre ni sabría dónde estaría su hijo. Como ser humano hice lo correcto.
Y le parece justo como se refiere Clara Rojas de usted, insiste en que es miliciano, entre otras cosas.
A Clara la respeto mucho, sé que ella ha afrontado situaciones muy difíciles, pero también sé que debido a sus decisiones y posiciones en mi contra, tuve que afrontar lo que viví. Lo más importante es que hoy la vida a ella le ha brindado estar con su hijo, ojalá algún día ella pueda decirle a Emmanuel cómo juzgó a esa persona que puso en riesgo su vida, a su familia, su integridad para salvarle la vida.
Es decir, ¿Clara Rojas es injusta con usted?
Pues, tiene una forma de ser que nunca la he entendido, desafortunadamente Clara nunca investigó en realidad y de fondo que había ocurrido realmente, empezó a coger comentarios de todo el mundo que estaban flotando y se inclinó más por el show mediático que por conocer la verdadera realidad. Por eso, creo, ha tenido esa actitud tan cruel.
Ahora en libertad, ¿usted ha intentado acercarse a Clara?
Nunca, no nos hemos visto la cara frente a frente. Además, con esa forma de ser tan despectiva que tiene, con ese odio que aún encarna, no creo que vaya a ser fácil.
¿Usted piensa todavía en ‘Pegui’ o Emmanuel?
Claro. Nunca olvidaré al niño, ‘Pegui’ le dio un cambio a mi vida de 180 grados, me hizo cambiar todos los pensamientos que tenía en ese momento, mis hijos me preguntan mucho por él, y cuando sale en alguna revista o la televisión, ellos conservan esas fotos. Cuando lo veo siento una alegría inmensa porque en él está reflejado el pago de tantos sufrimientos porque contribuí a salvar una vida, el hecho de saber que él está al lado de su verdadera madre, me llena de satisfacción. Él es un niño tan imperativo, tan inquieto, muy inteligente, le pido a Dios que lo cuide porque él merece llegar muy lejos.
¿Qué pasó con su esposa?
Debido a mi situación, me privan de la libertad, todo cambia. Ya teníamos problemas, ella siempre me recriminaba que por haberme traído ese peladito… todo eso dio para terminar nuestra relación de pareja. En mayo de 2008, cuando me privan de la libertad, se acaba nuestra relación. Ella queda con los siete niños, en un programa de protección de la Fiscalía, los sacan, los llevan hasta Santander desamparados y a mí, privado de la libertad, me tocó lavar ropa, conseguir dinero desde la cárcel y enviarles dinero para su sustento durante dos años. Cuando salgo de prisión (19 de abril de 2012, fallo de primera instancia del Juez Cuarto Especializado de Villavicencio, Meta), recojo los niños porque ella vivía con otra persona.
¿Usted ha vuelto a El Retorno, al Guaviare?
Sería un suicidio volver por allí. Sabemos que esa zona aún sigue siendo santuario de las Farc.
¿Usted participó en la película sobre Emmanuel? ¿Cómo le fue?
No participé, recordemos que yo, cuando estuve privado de la libertad, escribí un libro titulado ‘El hijo de la selva’ donde contaba toda la verdad sobre Emmanuel, y esta productora franco-española tomó lo que estaba en los medios y parte del libro. Y cuando a mí me dicen que iban a lanzar la película fue en marzo de 2012 y yo salí de la cárcel en abril. No conocía la cinta, la vi cuando me invitaron a España al lanzamiento. Acuérdese que yo dije que la película tenía mucha ficción. Si la película hubiera sido tomada exclusivamente del libro, el trabajo hubiera sido mucho más exitoso. No la vi como la vida de José Crisanto Gómez, sino como un homenaje a más de cinco millones de desplazados por la violencia que han tenido que vivir situaciones muy difíciles.
¿Su suegro qué dice de todo esto?
Los indígenas siempre hablan poco y escuchan mucho. Él está algo sentido porque también perdió su finca, su terruño donde había vivido más de treinta años. Hoy no tiene nada.
¿A usted lo conocen en la calle? ¿Qué le dicen?
Claro. Mucha gente se queda mirándolo a uno, ese es, ahí va, me dicen. Me piden que les cuente la historia. Esto, a veces es incómodo, las amenazas en mi contra siguen, me dicen que soy objetivo militar de las Farc, que tarde o temprano me van a asesinar, que huelo a formol, que tengo los días contados… mis hijos viven muy nerviosos, no son niños normales que salen a la calle o polideportivos a jugar. Les da mucho miedo.
Si Clara Rojas lee esta entrevista, ¿qué le quiere decir?
Le diría que el propósito de la paz en nuestro país no es una tarea exclusiva del Gobierno y los negociadores que están en Cuba. Si todos los colombianos queremos la paz debemos desarmar nuestros corazones, desarmarnos de ese odio, rencor, esa venganza, porque como padres de familia no podemos trasmitirle este tipo de sentimientos a nuestros hijos.
El poster de la película.