Jesús es mi pastor, por eso le escucho y le sigo

«En aquel tiempo dijo Jesús: – Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.» (Juan 10,27-30).   

Padre Elcías Trujillo Núñez

Todos nosotros de una o de otra manera, somos un poco “pastores” de los demás; somos, en mayor o menor medida, un poco “responsables” de los demás: por ejemplo, los padres son “responsables y pastores” de sus hijos en esa difícil, delicada y hermosa tarea de educar a sus hijos. Los Maestros son también “responsables y pastores” en su tarea educadora con los niños que trabajan. Los Sacerdotes somos también, de alguna manera, “responsables y pastores” de aquellos creyentes que forman la comunidad parroquial. Los que tienen cargos de responsabilidad en la gobernabilidad de pueblo y naciones, los catequistas; los educadores de niños y jóvenes.  Por otra parte, es cierto, que cada uno es dueño de su propia vida; que cada uno debe ser el “pastor” de su propio camino. – Es cierto que nadie puede pensar ni decidir por otro. Que nadie puede madurar como persona, sino logra su propia autonomía para obrar libremente. – Sabemos que cada uno es el guía de sí mismo, pero eso no impide que entre todos nos ayudemos y nos responsabilicemos unos de otros.

El modo de ayudarnos unos a otros; de sentirnos responsables unos de otros; de ser un poco “pastores” de los demás, nos lo ha dicho Jesús en el Evangelio de hoy: – Estando atentos al bien de los demás. – Estando atentos a las necesidades de los demás. – Arriesgando la propia vida por los demás. – No desentendiéndonos de los demás. – En una palabra: siendo buenos pastores de los demás.  La imaginación cristiana ha representado a Cristo de muchas maneras. Una de ellas, entrañable, aunque hoy en crisis, la del Pastor, rodeado de sus ovejas… Pero no es sobre la figura del Pastor, sobre la que quiero hablar hoy, sino sobre las dos condiciones que pone a quienes quieren ser sus ovejas, dos condiciones si de verdad queremos considerarnos cristianos. Y lo dice, Cristo, de una manera tajante. Sus ovejas son: las que lo oyen y, las que le siguen. Son dos condiciones perfectamente lógicas.

También en lo humano, se exige a quien quiere ser discípulo de alguien: que oiga a su maestro y que le siga. 1.- Por lo tanto: hay que oír a Jesús porque, de lo contrario no sabremos lo que dijo ni cómo lo dijo. Oír a Jesús seriamente, con toda la seriedad que su mensaje se merece y oírlo como adultos. Y aquí viene la pregunta: ¿Escucho a Jesús? ¿le escucho con gusto? ¿me interesa su mensaje? ¿leo y medito su evangelio? Cuando en la Eucaristía me habla, ¿le escucho?… 2.- Y vamos, con la segunda exigencia: seguirle. Consecuencia lógica de escucharle. Si captamos sus ideas, seguirlo es la consecuencia lógica, de ahí la importancia de escucharlo bien. Las ideas son los grandes motores de la humanidad. Las grandes revoluciones las han hecho siempre los pensadores, los grandes heroísmos nacen al amparo de las grandes ideas. Y no hay idea más grande que la expuesta por Jesús: Dios es Padre, todos los hombres somos hermanos.

Captada esta idea, el cristiano tiene que ponerse en movimiento e intentar hacer que en este mundo la fraternidad reine entre los hombres. Y así lo han hecho a lo largo de los siglos muchísimos seguidores de Jesús, sería interminable la lista de los hombres y mujeres que han corrido tras Cristo. Seguir a Cristo, por los caminos del perdón, del amor, de la generosidad, de la comprensión, de la solidaridad, de la libertad, de la entrega… No es nada fácil. Hoy hay muchos cristianos, que se dicen tales, pero no se han puesto en camino por esos senderos marcados por Cristo. Hay muchos cristianos que sestean a la sombra y que no hacen ningún esfuerzo por caminar por los caminos del Buen Pastor. Si queremos ser cristianos, tenemos que oír a Jesús y seguirle donde quiera que vaya.

Claro que viendo el camino recorrido por él se comprende que intentemos oírle lo menos posible, para sentir lo menos posible las ganas de seguirle.

Nota: hoy reconocemos el Pastoreo de la Madre; por eso gracias por su entrega amorosa y sacrificada. Gracias por amarnos tanto. Usted, Mamá es lo más parecido al amor de Dios. Feliz día.

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