«El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esa resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa: “Dios-con-nosotros”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”» (Mateo 1, 18-24)
Padre Elcías Trujillo Núñez
Dios ha querido hacerse hombre, para compartir con nosotros la aventura de la vida, saber por experiencia propia qué es el vivir diario del hombre, ha querido caminar con nosotros hacia la salvación, junto a nosotros, hecho uno de los nuestros como Salvador, como amigo de la felicidad del ser humano. Ser cristiano no es creer que Dios existe. No es imaginar “Algo” que desde la lejanía misteriosa da origen y sostiene la creación entera. Ser cristiano es descubrir con alegría que en Jesús Dios está con nosotros.
Se ha hecho Enmanuel, Dios con nosotros. Ser cristiano es intuir, desde la fe, que Dios está en el corazón de nuestra existencia y en el fondo de nuestra historia humana, compartiendo nuestros problemas y aspiraciones, conviviendo la vida de cada persona con sus gozos y fatigas como amigo, insisto, que sólo quiere y busca el bien del hombre, su gozo, su felicidad. Este gesto de Dios en Jesús, que se solidariza con los hombres y comparte nuestra historia, es lo que sostiene, en definitiva, nuestra esperanza cristiana, que es el sentido de futuro feliz alcanzado ya que damos a toda nuestra vida desde el nacimiento hasta después de la muerte. Y es que nosotros, apoyados en Dios con nosotros, en Jesús, nuestros esfuerzos y nuestras luchas no pueden terminar en fracaso definitivo. Porque Dios ha querido ser uno de los nuestros y ya no puede dejar de preocuparse por esta historia nuestra en la que se ha encarnado y a la que él mismo pertenece. Desde este misterio de acercamiento amoroso, salvador, sería una grave perversión pensar en un Dios que se acerca a los hombres precisamente para agravar nuestra situación, para impedir nuestra felicidad y bloquear nuestras aspiraciones auténticas.
Todo lo que impide captar a Dios como gracia, liberación, perdón, alegría y fuerza para crecer como seres humanos, no es un anuncio del Evangelio, no lleva dentro la Buena Noticia de Dios proclamada por Jesús. Dios hecho carne en Jesús, Dios con nosotros no es carga, sino mano tendida. No es represión sino expansión de nuestra verdadera libertad. Dios con nosotros, es ayuda, alivio, fuerza interior, luz, alegría, gozo, esperanza, futuro feliz, promesa conseguida ya en Jesús. Y todo lo que nos impida ver así nuestra relación con Dios, constituye sencillamente una deformación, o un inmenso malentendido, aunque nos lo hayan predicado con la mejor intención. Dios nos salva, se hace uno de los nuestros, viene a anunciarse como alguien que ayuda a ver, que ofrece apoyo para caminar, que limpia nuestra existencia y pone una buena noticia en nuestras vidas. Ya nunca estamos solos, nunca perdidos en nuestros problemas, sufrimientos y luchas. Dios está con nosotros.
Hay esperanza. Y esperanza de que termine todo bien en todos porque Dios está en nosotros. Y es que, además, ese Dios no cambia, Dios es fiel siempre. Y todo esto porque ha querido hacerse carne como uno de nosotros. Tal vez la experiencia más importante para encontrar de nuevo al Dios que está con nosotros, sea percibirlo como presencia amorosa que me acepta como soy. Mi mayor alegría es sentirme amado por Dios. Experimentar el amor de Dios, es Navidad.