«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda» (Mateo 5, 17-37).
Padre Elcías Trujillo Núñez
Todos somos llamados a la santidad de vida y a ser morada digna para nuestro único Dios. No obstante, este llamado a la santidad, presenta ante nuestra libertad, dos caminos, Él no nos empuja a pecar, contamos siempre con su gracia para hacer el bien, y como sabe que somos débiles e inclinados al mal, nos ha entregado su ley que de ningún modo esclaviza al hombre, sino que lo libera del maligno mostrándole el camino de la verdad. Cristo dijo a sus apóstoles “el que me ama cumple mis mandamientos”. Esto nos lleva a una nueva disyuntiva, o seguimos en la “sabiduría humana” o buscamos vivir según la “sabiduría divina”. Precisamente el apóstol san Pablo en I Cor. 2, 6-10, señala “que anunciamos una sabiduría entre aquéllos que son personas espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo, lo que anunciamos es la sabiduría de Dios, misteriosa y secreta”. Mientras caminamos por este mundo nos encontramos en una constante lucha entre estas dos sabidurías o modos de concebir la existencia humana, que es de lo que habla el mismo Jesús en el evangelio Mt 5, 17-37. Mientras que la sabiduría humana busca cómo diluir la palabra de Dios, su ley, Jesús afirma que viene a darle plenitud y nos enseña a superar la justicia de los escribas que pasa por la literalidad de la ley para ingresar y profundizar en su espíritu.
Los ejemplos que nos trae el evangelio de hoy, nos permite caer en la cuenta sobre la diversidad de interpretación que hay acerca de la ley de Dios, ya si la misma procede del mundo, ya si procede del mismo Jesús. Nos hace ver el Señor la profundidad de las exigencias evangélicas, y cómo éstas con frecuencia, no son captadas por el cristiano, acostumbrado a una vivencia de su fe cada vez más acomodada al espíritu del mundo y de la sociedad. Existen organizaciones mundiales, que con declaraciones ideologizadas pretenden imponer a la Iglesia que se desprenda de su enseñanza acerca de la vida, la familia, el matrimonio, el aborto, es decir, se espera que la Iglesia se aleje de la sabiduría de Dios para aceptar el molde de la sabiduría del mundo.
Todo esto no hace más que poner en evidencia que cada día se intenta avanzar más en la imposición de un pensamiento único en la sociedad, especialmente en lo que refiere a la dignidad humana –que se proyecta rebajar sin pausa- por supuesto aceptando el que proviene del maligno y de sus múltiples secuaces en la sociedad. Para afrontar esto desde nuestra fe de católicos, es necesario descubrir la verdad que nos presenta Jesús con sus enseñanzas y saber poner en práctica con valentía lo que Él nos reclama en cada uno de los campos de nuestra existencia humana. Solo viviendo la ley del Señor, soy plenamente libre.