En la vía entre Neiva y Aipe, existe la Fundación Casa Hogar Divino Niño, que acoge a más de 20 abuelitos desamparados. En medio de las carencias y la falta de recursos para su sostenimiento, el lugar se niega a desaparecer.
Dai Trujillo
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En la vereda Busiraco, sobre la vía que de Neiva conduce al municipio de Aipe, hay un pequeño letrero, descolorido por el sol, que da la bienvenida a la Fundación Casa Hogar Divino Niño. Cualquiera diría: ‘una fundación como cualquier otra, que trabaja con recursos del Estado y con donaciones para hacer más fácil la vida de los más necesitados’. ¡Qué tan alejados de la realidad!
Con más de 30 años de trayectoria y sin apoyo de los entes gubernamentales, la fundación ha buscado ser el hogar y el refugio para los adultos de la tercera edad que son abandonados, que no tienen recursos o para aquellos que han sido víctimas del maltrato.
A la fecha, son 21 abuelitos, 21 historias que se siguen escribiendo en ese pequeño terreno que sobrevive de la caridad de los buenos corazones. El padre Jorge Lorenzo Escandón, quien funge como presidente de la fundación, le dijo a LA NACIÓN que “la casa hogar, en todos estos 32 años, ha venido creciendo poco a poco en número de abuelos que ha sostenido, algunos mueren y se abren cupos para otros”.
Muchos de estos abuelos ya perdieron su lucidez y ni siquiera saben por qué están allí; los pocos que cuentan con cordura, narran la felicidad de vivir en un lugar como estos; entre los casos de lucidez, está el señor Jairo Plata, un hombre de 84 años, icónico en el Huila por su trayectoria deportiva, pero que por circunstancias de la vida, resultó un día, durmiendo en la frialdad de la calle.
Cuenta el señor Jairo, con su voz entrecortada, que lograba pagar una habitación en el barrio Cándido Leguízamo de Neiva, gracias a la generosidad de una familia, que mensualmente, le giraba lo del arriendo. Un día, como cualquier otro, el señor Jairo fue a retirar el dinero para hacer el pago y corrió con tan mala suerte, o quizá buena, que el dinero había llegado a nombre de Jaime Plata, no Jairo Plata, por lo que jamás logró hacer el retiro.
La molestia de la propietaria del inmueble fue tanta, que a los pocos días le cerró con candado la habitación a don Jairo y él, tuvo que pasar las noches, en una banca fría del parque de la parroquia San Antonio María Claret, hasta que alguien de la fundación lo rescató. “Aquí yo estoy muy cómodo, porque nosotros aquí tenemos todo lo necesario. Nos dan un desayuno muy bueno, nos dan medias nueves, nos dan almuerzo muy bueno, nos dan onces, nos dan comida, tenemos ropa limpia”, relata don Jairo, dichoso de poder hacer parte de la casa hogar.
Posible cierre
Pese a la lucha constante de estas personas y de todos aquellos que se vinculan a tan loable labor, al ser considerada un hogar geriátrico, la fundación debe cumplir unos parámetros, que claramente son necesarios para brindar un buen servicio y bienestar a los abuelitos, pero el problema es la falta de recursos para garantizar escenarios adecuados.
La casa hogar ha recibido visitas de la administración municipal, y según el padre Escandón, “han venido acá y nos exigen que la infraestructura la mejoremos, que hay que cambiar los pisos, que hay que tener pasamanos, que los baños deben ser de tales características, la infraestructura como tal. Y, además, nos piden que la nómina sea más grande de lo que tenemos, lo cual nos pone en unos aprietos muy grandes, casi pues al borde del cierre porque no podemos cumplir”.
La bondad de las personas y el compromiso de quienes lideran la casa hogar ha hecho que todos los días haya un pan en la mesa y que los abuelos tengan lo necesario, pero hay ocasiones en las que el dinero no alcanza y deben hacer eventos, bazares, vender almuerzos y otras actividades con las que puedan gestionar recursos. “A nosotros nadie nos ha dado nada, por el contrario, vienen y nos han exigido cosas que necesitamos para acá, que a lo mejor son cosas bien que se necesitan”, sostiene Armando Pineda, administrador de la fundación.
Una mano solidaria
Apoyar esta fundación es sencillo: basta con tener actitud y muchas ganas de brindarle una manito a cada uno de los abuelitos; si usted desea hacer algún aporte, puede comunicarse al teléfono celular 310 818 4295. La fundación recibe contribuciones económicas, ropa en buen estado y donaciones de toda clase de utensilios que puedan ser útiles para los abuelos.