Especial LA NACIÓN
La palabra borrador significa para un niño un instrumento que hace parte de los útiles escolares y puede ser “de tinta o de lápiz”. El niño utiliza el lápiz y su borrador cuando está aprendiendo a dibujar las primeras letras del alfabeto y construyendo los primeros dibujos y cuando se equivoca, borra y vuelve y se equivoca y borra y así sucesivamente hasta que el resultado es satisfactorio.
Prácticamente no queda huella de los borrones; en cambio, cuando ya el niño avanza, utiliza el lapicero, pero debe ser cuidadoso porque a pesar de utilizar un borrador más fuerte, cuando tiene que corregir el resultado no es lo mismo, deja la huella.
Para los huilenses la palabra borrador tiene ahora otros significados pues ahora le llamamos borradores a las grandes tractomulas petroleras que circulan por las vías, al lado de peatones, ciclistas, automóviles, tigrillos y conejos. Es tal la fuerza de esos vehículos que borran hasta la vida, borran el espíritu de los ríos y quebradas porque a su paso causan muerte, contaminación, destrucción de vidas.
Lastimosamente para el gobierno central, y para nuestros silenciosos representantes en las corporaciones, concejales, diputados, representantes y senadores, obnubilados, unos por la ignorancia y otros por los intereses particulares, esos vehículos nos son borradores de vida sino símbolo de “progreso”.
En Neiva hay, además, otros borradores: son retroexcavadoras, aplanadoras, cemento y tubos para el drenaje, utilizados por los urbanizadores para borrar quebradas urbanas, humedales, aves, árboles y bosques de galería (bosque protector) y vida, dejando huella para siempre pues cuando se intervienen estos ecosistemas, hay un daño irreversible porque el agua superficial es obligada a profundizarse, el humedal pierde su dinámica, el área de bosque desaparece con toda la diversidad que ella representa y se pierde el paisaje natural.
Esto ocurre al amparo del Plan de Ordenamiento Territorial (Acuerdo 016 de 2000, 026 de 2009) hecho, a medida, por los ex alcaldes Jorge Lorenzo Escandón, Héctor Aníbal Ramírez y los exdirectores de la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena Eduardo Patarroyo y Rey Ariel Borbón. Este último y el ex alcalde Ramírez fueron premiados, pues luego de “ordenar” nuestro territorio en Neiva, fueron llamados a “ordenar” y adecuar las tierras rurales de Colombia, piezas angulares de la transformación del campo, propuesta en La Habana.
Como testimonio de su crueldad, los constructores, autores materiales de la destrucción, actuando como los asesinos que regresan al lugar del crimen para esconderse a la vista de todos sin que nadie los vea, deciden dejar testimonio perenne de sus masacres, de una forma muy singular. Bautizan los conjuntos residenciales construidos sobre áreas de humedales y rondas de quebradas con los nombres de lo destruido: “Reservas de la Sierra”, “Brisas de Avichente”, “Los Robles”, “Los Cedros”, “Guatapurí”, “Payandé”, “Iguá”, “Viña del Mar”, entre muchas otras. Seguramente quieren garantizar, de esta forma lapidaria, el eterno recuerdo de lo destruido.
Todo esto ocurre pero las personas que dirigen las entidades de control, apellidadas ías (Contralorías, Personería, Procuraduría, Fiscalía, Curadurías) no se dan cuenta, pareciera que no viven en la ciudad, se hacen las de la vista gorda, a pesar de la obligación que tienen de ejercer el control por la conservación del patrimonio natural. ¿No es patrimonio una quebrada? ¿Un humedal? ¿El bosque seco tropical? ¿El bosque de galería?
Por fortuna, se está construyendo un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial para Neiva, un POT que requiere ser formulado con base en la participación ciudadana, en el que las normas se reflejen en la determinación del uso del suelo, un POT articulado con la región, que incluya los ecosistemas estratégicos como estructurantes ambientales y que sea garante del espacio público, un POT que blinde, contra la destrucción, las áreas de importancia ambiental.
Pero como el daño avanza vertiginosamente es necesario aplicar ya, por parte de Planeación, Secretaría de Medio Ambiente y la renovada Corporación Autónoma Regional, el principio de precaución y otros mecanismos jurídicos. “La formulación de las políticas ambientales tendrá en cuenta el resultado del proceso de investigación científica. No obstante, las autoridades ambientales y los particulares darán aplicación al principio de precaución conforme al cual, cuando exista peligro de daño grave e irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces para impedir la degradación del medio ambiente”. “Las zonas de páramos, subpáramos, los nacimientos de agua y las zonas de recarga de acuíferos serán objeto de protección especial”. Ley 99/93 Artículo 1, numerales 6 y 4.
La protección de la riqueza natural debe quedar plasmada en el nuevo ordenamiento territorial que será próximamente firmado por Pedro Hernán Suárez Trujillo en calidad de alcalde de Neiva, luego de la concertación con Carlos Cuéllar Medina, representante de la autoridad ambiental regional (CAM), porque sencillamente “es obligación del Estado y de las personas proteger las riquezas naturales y culturales de la Nación (Art. 8 de la Constitución).
Fotos
Cauces completamente secos donde antes había corrientes de agua.
Taponamientos de cauces y corrientes naturales para el desarrollo de obras urbanísticas.
Humedal El Chaparro, afectado por el urbanismo.
El área contemplada para urbanismo es todo excepto el espejo de agua y 45 metros a la redonda. Cortesía de Francisco Olaya-Atalaya Film
*Leyla Marleny Rincón Trujillo es licenciada en Química y Biología, con especializaciones en las universidades Surcolombiana y del Tolima, y autora de múltiples documentos e investigaciones sobre ecosistemas y temas ambientales. Su correo es ecosdelhuila@gmail.com