“Mi colcha de Retazos”, recuerdos de Alfonso Tovar Marroquín

Alfonso Tovar Marroquín nació hace 65 años en Algeciras, Huila, en medio de hermosos paisajes y una familia numerosa, que le proporcionaron una infancia feliz. Sus padres como muchos en Colombia llegaron a Algeciras huyendo de la violencia para luego revictimizarse. Alfonso relata parte de esas vivencias en el libro, “Mi Colcha de Retazos”, que sacó a la luz pública hace poco; esta es su historia.

Hernán Galindo

temadeldia@lanacion.com.co

Alfonso Tovar Marroquín es un hombre de temperamento tranquilo, siempre le acompañan la cortesía y las buenas palabras. Esa es la imagen que proyecta; pero ‘de pronto la procesión va por dentro’.

Los primeros recuerdos de Alfonso están ligados a Algeciras, sus paisajes y las tertulias que realizaban con su familia, fueron sus padres y once hijos. “Tuve, una infancia y una juventud muy felices”, dice.

“Crecí feliz en ese hermoso valle que inspira grandeza, como dice Raúl Rivera, en medio de una familia, musical y artística, éramos, una pequeña cofradía decía mi hermano Hugo. Mis hermanos Germán y Hugo, fueron mis maestros de música, era el acordeonero del grupo”, recuerda.

La familia que era además de unida, numerosa, estaba liderada por, doña Mariela Marroquín Anzola, “ella provenía del Peñón, Cundinamarca, y mi padre José Domingo Tovar Andrade que provenía de Palermo y huyendo de la violencia se refugiaron en Algeciras”, comenta.

Alfonso continúa su relato; “Ahí nacimos los 11 hermanos y yo: Germán el mayor, ya fallecido, que en paz descanse, ingeniero agrónomo. Luego sigue Plinio, topógrafo, Hugo que descanse en paz, abogado prestigioso, Cielo que fue la primera alcaldesa de Neiva por decreto por allá en 1976, es economista y de administradora de empresas”.

Y evoca: “sigue, Jaime, médico cirujano plástico, Marina que cantaba muy lindo y murió siendo una adolescente, murió muy joven en un accidente aéreo en los límites del Huila y el Caquetá, luego sigue este personaje, luego, seguía otra niña pequeña que murió recién nacida, por problemas respiratorios, después, vinieron Héctor Iván que es ingeniero civil, Sandra Liliana que es una pintora muy exitosa y finalmente Marina del Socorro que es administrador de empresas y hoy vive en Alemania”.

Revictimización

Sus padres, fueron prácticamente revictimizados, recuerda Alfonso; “en Algeciras, ellos tenían una vida al principio muy tranquila, claro, les tocó la época dura de la violencia, cuando recién llegó y se estaba formando. Y bueno, pues allá hicieron su vida de pareja e hicieron sus negocios, se estabilizaron económicamente, mi padre era lo que llaman un asesor jurídico y tributario en Algeciras y mi madre se desempeñó en lo público como recaudadora de impuestos. Con la llegada de la violencia, les tocó ir saliendo de sus propiedades por presión precisamente de lo que llamamos hoy vacuna, con la ley de víctimas se llama revictimización”, relata con nostalgia.

Los estudios de Alfonso fueron en principio en su natal Algeciras y luego terminó el bachillerato en Neiva. “Estudié en el Instituto Bolívar y luego en la Universidad de los Andes, pero no terminé ingeniería civil por problemas económicos. Conseguí trabajo en Ecopetrol gracias a mi profesor José Fernando Isaza Delgado y me desarrollé profesionalmente. Después hice homologación Industrial en la Universidad Autónoma de Colombia”, cuenta.

El artista

Para Alfonso, su vena musical y artística nace en medio de la unión familiar que se refugiaba de la violencia; en las tertulias de a poco fue aprendiendo y tomando el gusto por el arte, por la música.

“Yo fui aprendiendo de mis mayores la música que me la enseñó Germán, que él a su vez había aprendido con Garzón y Collazos en la Universidad del Tolima.  La vena musical viene de mi padre que no tocaba ningún instrumento, pero tenía una voz muy agradable, muy bonita, era muy afinado y fuera eso era declamador y muy dicharachero, creo que eso nos fue inclinando definitivamente hacia la música”, sostiene.

“Pero, quien definitivamente nos metió en esto de la música fue Germán, el mayor que estudió música en la Universidad del Tolima. Fue alumno de Darío Garzón del dueto Garzón y Collazos, él le enseñó a Plinio, Plinio le enseñó a Hugo,  Hugo le enseñó a Jaime y  Jaime  me enseñó a mí y así yo le enseñé a los menores”, señala.

En la casa Tovar Marroquín, hay también pintores, cuenta Alfonso, “yo algo le jaló a la pintura, pero definitivamente la pintora profesional que lo hace muy bien que se desempeña muy bien en muchas técnicas, pero especialmente en el óleo y en el acrílico es mi hermana Sandra Liliana Tovar Marroquín”, dice con orgullo.

En la parte musical, Alfonso Tovar comenta: “así fuimos desenvolviéndonos en la vida musical, en la universidad fui parte del grupo coral Ballestrinque,  que dirigía en la Universidad de los Andes doña Amalia Samper, pariente del presidente Samper Pizano; de allí, luego al salir de la universidad, dirijo en las empresas, soy integrante y dirijo varios grupos, entre ellos el de Ecopetrol que se llamaba “Serenata Colombiana”.

“Hicimos grabaciones discográficas patrocinadas por Ecopetrol hicimos el estreno de una canción muy bonita que compuso, Jorge Villamil en aquella época en homenaje a José a Morales, “es un bambuco que se llama `cuéntame José Morales`,

Y prosigue: “luego, dirigí varios grupos musicales y varios grupos folclóricos; he sido tallerista también de la Secretaría de Cultura de Neiva y del Huila, también me he desempeñado en la composición; empecé muy pequeño componiendo un bambuco fiestero que se llama Estanislao que se convertirá, probablemente en la banda sonora de una novela, que hoy estoy escribiendo”.

El compositor y escritor asegura además que ha ganado varios concursos de composición a nivel nacional. “El último que gané fue en el año 2000 con la canción que se llama “Gracias, mamá”, del cual, ya existen aproximadamente unas 33 versiones y así fui evolucionando en la música.

Mi Colcha de Retazos” son relatos cortos de la vida y experiencias de Alfonso Tovar Marroquín, su autor.

El escritor

Como para su familia, la relación con Algeciras ha tenido alegrías y sinsabores, como la ironía que llevó a sus padres a refugiarse en ese hermoso municipio, para luego tener que salir de nuevo como desplazados de la violencia; para Alfonso una de esas ironías lo convirtió en escritor.

“Siempre tuve la inquietud de escribir, para mí fue un reto. Yo estuve trabajando con la Gobernación del Huila, en la inspección de El Paraíso, en Algeciras, era tallerista de música folklórica y tuve que salir por amenazas de grupos ilegales, tuve que refugiarme en la finca de mi hermano Plinio; me encerré a escribir lo que tanto había soñado y que para mí se convirtió definitivamente en un gran reto, un gran sueño”, reflexiona.

“Y ahora tengo mi primer libro que se llama, `Mi colcha de retazos`, retrato hablado de la ternura, que es una temática que siempre me ha gustado y de la cual en mis conciertos trato de abordar. Porque definitivamente, la falta de amor, la falta de ternura, la falta de comprensión, la falta de diálogo, las imprudencias y la falta de valores nos ha llevado sin duda a una espiral de violencia, que no le ha hecho nada bien al país”, argumenta.

Para complementar, dice: “este libro que es mi primer ejercicio como escritor es un compendio de diferentes modalidades. Hay aquí como su nombre, lo indica, “mi Colcha de Retazos”, tiene fábula, poesía, ensayo, crónicas, retratos y relatos cortos y es un libro sin duda muy personal. Pero en cada uno de los relatos traro de dejar un mensaje”, menciona.

Y agrega: “Tiene un toque de humor, que le da mucha dinámica a los escritos; es un estilo que me gusta mucho, tal vez humor negro, también trata de rescatar algunos de nuestros valores folclóricos tradicionales como en la mitología huilense, hay un cuento que se llama, `el baile de los mitos`, que lo recomiendo mucho”.

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