Atendamos el llamado

«Los invito a que hoy abracen a sus padres, les den las gracias por todo lo que han hecho por ustedes, ese abrazo yo lo quisiera dar. Lo que más le pido a Dios es que me deje mover por 5 minutos para abrazar a mi hijo y a mi esposa, llevo 19 años intentando mover un dedo y no he podido, háganlo ustedes».

Esa fue la exhortación que formuló Luis Fernando Montoya el miércoles pasado a sus 66 años, cuando vistiendo de toga y birrete en medio de una gran ovación, hizo realidad un nuevo sueño: recibirse como Licenciado en Educación Física, Recreación y Deportes. Allí, todos los asistentes, profundamente emocionados, no solo por su inspiradora historia de valentía y superación, sino también por sus atinadas lecciones de vida se conmovieron hasta las lágrimas.

Cabe recordar que «el profe» Montoya en 2004 -para entonces técnico del Once Caldas- quedó cuadripléjico a consecuencia de varios impactos de bala recibidos en medio de un atraco que le provocaron grave lesión en su médula espinal.

Si bien el contexto familiar resulta ser el escenario idóneo para el desarrollo de la afectividad, en ocasiones nos cuesta expresar manifestaciones de cariño o simplemente el afán cotidiano hace que demos por sentado que nuestras figuras de apego saben que los queremos y sencillamente nos olvidamos de reafirmar el afecto con gestos visibles y espontáneos. En pocas palabras, somos tacaños en la efusividad.

El abrazo, más allá de constituirse en predictor de bienestar físico y emocional, es una de las manifestaciones de afecto más sencillas y al alcance de todos. Es tal su importancia que expertos en la materia aseguran que existe correlación directa entre la acción de abrazar y el aumento de felicidad porque favorece la construcción de relaciones armoniosas y simultáneamente segrega la producción de oxitocina, también conocida como la hormona del amor.

En sintonía con el llamado que nos formula el «campeón de la vida», les propongo que a partir de este momento estrechemos lazos de unión con nuestros seres queridos mediante actos sencillos y cotidianos a través del contacto físico. Por lo pronto, repartamos abrazos a diestra y siniestra, pues no sabemos si mañana podamos acariciar un nuevo sol.

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