¡Esos son mucho indio! – ¿Los de Semana? –

Los colombianólogos más estudiosos coinciden en afirmar que somos una Nación que no quiere reconocer la historia ni el origen indígena del que provenimos, somos un pueblo que niega su identidad indígena y más bien trata de blanquear su piel, sus valores y su estirpe, un país al que más bien se le ha caracterizado con una identidad vertical, hegemónica, impuesta por los poderes dominantes. UN pueblo muy poco pluralista nada quiere entender sobre pluralismo cultural y de valores, nada puede comprender sobre la historia indígena y sus luchas de tantos años, nadie se preocuparía por hacer visible a Manuel Quintín Lame para compáralo o diferenciarlo con Agustín Agualongo, al fin y al cabo juntos lucharon contra las elites colombianas que los iban a ignorar, que les arrebatarían sus tierras desde el siglo XIX y justo después de la patria boba se repartirían todo el territorio entre la iglesia, los ejércitos libertadores y los criollos ricos y primeros terratenientes, ignorando a los dueños originales, las mismas elites que repudian la entrada de la minga a las ciudades, que no reconocen la deuda histórica que tenemos con los indios, con los negros, con los campesinos pobres, con los colonos. A un país que se ha creado históricamente esa mentalidad, le resulta mucho más difícil poder entender el hecho acaecido el pasado 29 de septiembre en el que parte de la minga indígena, especialmente algunos integrantes del grupo MIsak se tomaron por algunos minutos la entrada del edificio en donde funciona la revista Semana. De entrada, se debe afirmar que no es con hechos violentos con los que se construyen consensos ni se construyen las reformas. Así se trate de la anhelada reforma rural integral que beneficiaria por fin a los colonos, a los campesinos sin tierra y a los mismos indígenas, no se puede pedir reivindicaciones y pagos de deudas sociales y gubernamentales históricas con acciones violentas que no pueden construir democracia ni acuerdos. Tal vez si nos metiéramos más en la historia política y social de los asuntos indígenas de Colombia, podríamos entender la rabia del indio en el corazón, su apoyo a unas reformas de las que han estado pendientes sus ancestros, la ultima esperanza que les embarga para poder vivir con mayor paz y bienestar, tal vez por ello no toman con buen tono los títulos graves que se les endilgan: Guerrilleros, narcotraficantes, victimarios, bandoleros, etc. También los indígenas han sido víctimas, también han sido masacrados, despojados, desalojados, desplazados de los territorios ancestrales que un día sólo fueron de ellos. Pero, por otro lado, también habría que reconocer que algunos medios han perdido la independencia y aunados a los intereses de las clases dominantes, hoy informan sin veracidad y se tornan parciales para defender a las elites de siempre, las mismas que se oponen a reformas que harían posible mayor equidad y pluralismo axiológico, cultural y político. No hay derechos absolutos y la libertad de expresión enredada en intereses non sanctos no puede ser la excepción. Parafraseo lo que ya afirmaba el ex magistrado de la Corte Constitucional Hernández Galindo: (quien también escribe para este diario) “También a la prensa, (entiéndase, Semana) se le debe exigir no tener más titulares provocadores, parcializados y en clara defensa de las elites de derecha de este país: no se puede seguir cayendo en la politización, informando sin objetividad o involucrando sus propias o particulares posiciones políticas y sociales ( entiéndase, las de la derecha, las de Uribe, las de elites como la de los Gilinsky) en la información, que en consecuencia ya no cumple los aludidos requisitos constitucionales de veracidad e imparcialidad”. Verdadera provocación sin sentido de alteridad.

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