Siempre listos

“Sucede con el reino de los cielos lo que con aquellas diez jóvenes que salieron con sus lámparas al encuentro del esposo.  Cinco de ellas eran necias y cinco sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite, mientras que las sensatas llevaron aceite en las alcuzas, junto con las lámparas. Como el esposo tardaba, les entró sueño y se durmieron. A medianoche se oyó un grito: «Ya está ahí el esposo, salid a su encuentro».  Todas las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan».  Las sensatas respondieron: «Como no vamos a tener bastante para nosotras y vosotras, será mejor que vayáis a los vendedores y os lo compréis».  Mientras iban a comprarlo, vino el esposo. Las que estaban preparadas entraron con él a la boda y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras jóvenes diciendo: «Señor, señor, ábrenos».  Pero él respondió: «Os aseguro que no os conozco».  Así pues, vigilad, porque no sabéis el día ni la hora.»  (Mateo 25,1-13).

Padre Elcías Trujillo Núñez

En este domingo, encontramos la parábola de las diez vírgenes, que es exclusiva de Mateo y revela que el Reino de Dios tiene su momento culminante en el encuentro con el esposo, pero dicho encuentro hay que prepararlo bien. Una vez más la boda es una de las imágenes predilectas para hablar del Reino.

La imagen matrimonial, de raigambre bíblica, expresa la relación de Alianza de Dios con su pueblo y apunta a Jesús como novio de las bodas. Como ocurre en la boda de Caná del evangelio de Juan, llama la atención que en esta boda tampoco aparezca la novia. Los protagonistas son el novio y las amigas de la novia. Lo normal en aquella época era que tras un año de noviazgo oficial se celebrara la boda. Entonces el novio, acompañado de sus amigos, se dirigía a la casa de la novia. Allí le esperaban las amigas de la novia, las cuales con lámparas o antorchas encendidas se unían al cortejo festivo, se recogía a la novia, y entre cánticos y danzas, en comitiva iban al lugar de la celebración gozosa del banquete de bodas.

En el texto hay cuatro momentos; primero, las vírgenes se describen sobre la contraposición de las listas y las torpes que preparan la venida del esposo; segundo, el retraso del novio permite que todas se duerman; tercero, el grito que anuncia la llegada del esposo provoca el diálogo entre los dos grupos de vírgenes; finalmente la llegada del esposo y el inicio de la boda festiva es el momento discriminante de los dos grupos de doncellas. Hay dos temas fundamentales en la parábola: La reserva de aceite y el novio. La reserva de aceite en unas y otras es una responsabilidad personal e intransferible. La cuestión no es disponer de lámparas o no, sino de aceite suficiente. El problema no es dormirse o no, sino tener reserva de aceite. La llegada del novio es el centro del relato, pero en esa espera del novio se provoca la crisis. Y entonces se pone en evidencia la falta de preparación de las vírgenes torpes, de modo que la parábola exhorta a estar en vela siempre, con reserva de aceite.   La esperanza en la llegada del novio, la certeza de su venida, la alegría del banquete de bodas son elementos capitales de la parábola derivados del protagonismo del novio. La parábola se refiere al Reino de Dios.

Por eso no debemos olvidar que con el novio viene el reinado de Dios definitivo, como una fiesta de amor y de alegría que celebra el encuentro esperado y anhelado. Las amigas de la novia son las otras protagonistas de la parábola. El evangelio presenta dos tipos de doncellas, calificadas con dos adjetivos: las necias y las sensatas, que nos alertan de comportamientos contrapuestos en el tiempo de la espera. Creo que la parábola no sólo describe virtudes o capacidades innatas de las personas, pues todas las vírgenes pudieron encender sus lámparas adecuadamente, sino las actitudes y comportamientos forjados y conseguidos por las doncellas, que se hicieron o no de una reserva de aceite suficiente para mantener encendidas sus lámparas.

Por ese sentido práctico de las sensatas, que se manifiesta permanentemente en su conducta, previsora, prudente, atenta y siempre disponible, prefiero interpretar la sensatez como el estar listo y la necedad como torpeza. Esa doble imagen que contrapone al sabio sensato o listo y al necio o torpe está tomada de la literatura sapiencial. Jesús hacía una llamada a la autenticidad y a la coherencia vertebrada en torno al verbo “hacer” como puesta en práctica de la voluntad de Dios y de la escucha y realización de su palabra. Lo mismo ocurre con las vírgenes listas y las torpes. Las listas llevan aceite en sus alcuzas junto con las lámparas. Era preciso ir bien provistas de reserva de aceite porque nunca se sabe el tiempo que durará la espera. El estar listo, implica inteligencia, sabiduría, sagacidad, diligencia, preparación y disponibilidad permanentes.

Eso es lo que reclama de todos nosotros la invitación de esta parábola. Es preciso no sólo ser listos sino estar listos permanentemente. Disponer de aceite es disponer de un elemento esencial para la espera. Buscar y proporcionar una reserva de aceite es saber escuchar y poner en práctica la palabra de Dios y encontrar en el Evangelio la esperanza, que nos permite estar, como reza el lema del escultismo: Siempre listos.

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