Sí son de una inmensa preocupación las recientes cifras entregadas por el Dane sobre el comportamiento de la economía colombiana. Y cualquier noticia alrededor de la economía termina impactando a los hogares del país.
Por eso, se debe tomar con gran detenimiento el decrecimiento del -0,3% que experimentó el Producto Interno Bruto, PIB, entre julio y septiembre de este año frente al mismo periodo del año pasado. Según el mismo Dane, las industrias manufactureras (6,2%), el comercio (3,5%) y la construcción (8%) fueron los rubros que más cayeron. El consumo de los hogares, en cambio, retomó el crecimiento en su dinámica trimestral.
Expertos coinciden en que “la economía colombiana pasó de estar estancada a una contracción. Estamos en la puerta de una recesión”.
En respuesta a este panorama, con tendencia a agravarse, el presidente Gustavo Petro ha anunciado dos cosas: pedirle al Banco de la República que baje las tasas de interés y aumentar la inversión pública.
El país está, entonces, ante un desafío enorme e inmediato. Si la economía sigue en picada, es claro que habrá una repercusión en los empleos y por ende, en los ingresos de los hogares. Y cuando no hay plata, las familias recortan gastos hasta en la comida.
Fue el mismo fenómeno que se experimentó en los primeros meses de la pandemia. Neiva fue una de las ciudades más golpeadas con el cierre de empresas. Cientos de personas quedaron en la calle y no supieron qué hacer. Hubo, incluso, recorte de salarios en las empresas huilenses. Fue un capítulo doloroso que no se puede volver a repetir.
Y el primero que tiene que reaccionar es el propio gobierno Petro, que deberá comenzar por dejar su discurso hostil hacia el sector privado y volverse eficiente en la ejecución del presupuesto nacional. Si no lo hace cuanto antes, el riesgo es inmenso de que crezca la desocupación.