Con una buena noticia amaneció ayer el país: el regreso a la libertad del delegado departamental de la Registraduría para el Chocó, Jefferson Murillo, y de su primo, Blyderson Arboleda, funcionario del Sena, quienes permanecían secuestrados desde el 6 de enero pasado, tras ser sorprendidos por sujetos armados cuando se movilizaban en la vía entre Quibdó e Istmina.
“Mi hermano, Jefferson Elías Murillo y su primo Blyderson, quienes habían sido secuestrados desde el 6 de enero, fueron dejados en libertad. Agradecemos a la comunidad chocoana, a todas las personas que nos apoyaron en este difícil momento. Esperamos que ninguna familia tenga que pasar por este dolor”, dijo Jhon Arley Murillo, hermano del registrador, al comunicar la noticia. A su turno, el registrador nacional, Hernán Penagos, expresó: “Celebramos el regreso a la libertad de nuestro delegado departamental del Chocó Jefferson Murillo, secuestrado en días pasados. Abrazos a toda su familia”.
Las investigaciones de las autoridades arrojaron que Jefferson Murillo y su primo fueron secuestrados por un grupo de delincuentes comunes y que la intención era “venderlos” a una columna de la guerrilla del Eln, actualmente en negociaciones de paz con el gobierno de Gustavo Petro. Incluso, durante el cautiverio, la Policía reveló que los secuestradores estaban exigiendo $20.000 millones por la liberación de los plagiados.
Frente a un delito como el secuestro, las autoridades en cabeza del gobierno Petro no pueden titubear: debe ser combatido con toda la dureza y capacidad del Estado. El secuestro es un episodio abominable, atroz y cruel y nadie puede atreverse a justificarlo.
Tristemente, la realidad es que poco a poco el país ha vuelto a esas épocas aciagas de finales de los 90 y principios del 2000 cuando el secuestro con fines políticos y económicos se ‘disparó’ y muchas familias sufrieron demasiado por ese delito.
La sociedad, la misma que unida salía en el pasado para reclamar el fin de los secuestros por la entonces guerrilla de las Farc, está llamada a no ser indiferente frente a lo que está pasando.