No es necesario ser un economista o un experto con muchos títulos para establecer que algo marcha mal como para que las ventas de vivienda estén en picada libre en el país.
Las cifras son elocuentes y despiertan una gran preocupación: durante el 2023 las ventas de vivienda se contrajeron un 44,9%, jalonadas por el segmento de vivienda de interés social (VIS) que registró una caída del 49,7%. En total se vendieron 106.554 viviendas menos frente al 2022, lo que representa una reducción de $20 billones en la inversión en vivienda por parte de los hogares. En el Huila, la caída en ventas de vivienda fue del más del 20%.
La disminución en las ventas ha impactado los inicios de obra de nuevos proyectos. Para diciembre del 2023 se habían iniciado un total de 138.418 viviendas frente a las 193.387 contabilizadas al cierre de 2022 (-28,4%).
Adicionalmente, el 2023 cerró con cerca de 38 mil hogares que han tenido que desistir de la compra de su vivienda. La cifra representa un crecimiento del 62,9% frente al 2022. El 78,1% de las unidades desistidas fueron VIS, con lo cual el segmento incrementó el volumen de renuncias en 91,5%.
El presidente ejecutivo de la Cámara Colombiana de la Construcción, Camacol, Guillermo Herrera, advierte lo que representan estas cifras: “Menores niveles de obra anticipan posibles efectos en el empleo y el PIB, de manera que es imperativo implementar una estrategia que permita impulsar la construcción de nuevas viviendas”.
En efecto, que al sector de la vivienda y la construcción le vaya mal es un indicativo desesperanzador para un país como el nuestro. Cualquier cosa que pase ahí tiene un efecto en otros renglones de la economía colombiana. Por eso, es urgente que el gobierno de Gustavo Petro y las administraciones en el orden local y departamental impulsen, entre otras cosas, la política de vivienda con un ambicioso plan de subsidios para devolverles los anhelos a muchas familias interesadas en tener techo propio.