No se sabe cuál ha sido peor, entre los personajes -Corcho y Jaramillo- a los que encomendó Petro la tarea de exterminar el Sistema de Salud y tramitar su nefasta reforma. La primera, se encargó de cimentar las oscuras intenciones: crear una “crisis explícita”. Y, el segundo, asumió la misión de incendiar el ambiente para imponer el desastre. A propósito, Corcho, como psiquiatra, debería brindarle ayuda profesional a su sucesor.
Y pusieron en marcha la destrucción del sistema, que ha costado más de tres décadas de arduo trabajo mancomunado entre el sector privado y el Estado. Desde luego, siempre requiere ajustes, pero no acabarlo. Hoy, como lo advirtieron 18 ex ministros y viceministros de Salud, en una carta pública, las decisiones del gobierno nacional “nos encaminan hacia un colapso”.
Se ha limitado la atención en consultas y procedimientos, y el suministro de medicamentos, debido a retrasos sistemáticos del gobierno en los pagos a los operadores. Además, fue intencionalmente improvisado el aumento deficitario de la UPC (12,01 por ciento) en diciembre pasado, sin considerar el consumo de los afiliados al sistema. Punto aparte y alarmante, es la persecución infame de la Superintendencia de Salud a las EPS, estimulada por el hostigamiento del energúmeno ministro Jaramillo, llegando al extremo insólito de interponer una acción popular contra 21 de ellas. Y, para completar, designaron en la presidencia de la Nueva EPS, la más grande del país (11 millones de afiliados), a un compadre de Petro, cuyos antecedentes, morales y éticos, solo dejan preocupaciones.
Mientras tanto, con la ‘crisis explícita’ andando, avanza en el Congreso de la República la nefasta reforma. Ya se aprobó en la Cámara, por las bancadas del gobierno y el voto comprado de algunos representantes de otros partidos, todos identificados. Ojalá en el Senado se hunda, porque, sin duda, es un atentado contra la salud y la vida de millones de colombianos.
El proyecto no tiene aval fiscal, porque ni el propio gobierno sabe cuánto cuesta, al punto que, al incitador Jaramillo se le chispoteó que buscan otra tributaria para financiar ese despropósito. Afirmó: “vamos a necesitar más recursos, entonces, no nos jodan a nosotros y más bien ayúdennos a que hagamos una reforma tributaria.”
De llegarse a aprobar lo que proponen, las consecuencias son demasiado graves. Acabarían las EPS privadas, para sumarle 28 millones de afiliados a la Nueva EPS, con lo cual la enterrarían. Y todo el sistema giraría alrededor de una nueva figura burocrática que se inventaron, llamada ‘centro de atención primaria’, que crearían en cada municipio; allí se concentrarían las afiliaciones a la salud, las citas médicas y las remisiones hospitalarias; y contratarían médicos (adoctrinadores venezolanos y cubanos) encargados de la ‘atención preventiva’. Y el 85 por ciento de los recursos por pago de servicios, se transferirían del Estado a hospitales, sin auditoría previa.
En conclusión. La funesta reforma a la salud y una nueva carga tributaria, plantean un escenario devastador para los colombianos. Tenemos que actuar; y gritarle a Petro, parafraseando a su ministro Jaramillo: nos están jodiendo, no nos joda más.