Aunque ha pasado bastante el tiempo desde el atentado terrorista que sacudió a los habitantes del barrio Villa Magdalena IV etapa, en el norte de Neiva, muchos de ellos ya no quieren hablar de ese fatídico día. Los pocos que se atreven a hacerlo vociferan del Estado y se quejan de los victimarios por no pedir perdón.
“Ese día, como a las 5:30 de la mañana, todo el barrio se encontraba durmiendo, cuando la explosión, no sabíamos que era realmente, hasta que pudimos salir de las casas y miramos la magnitud de la bomba”, relata Luis Alfonso Calderón, mientras sus manos tiemblan sosteniendo el micrófono al que le habla, respira profundo y en momentos, esquiva la mirada.
Y es inevitable que Luis Alfonso sienta dolor, tristeza y desconsuelo al recordar lo que califica como el “peor momento de su vida”, se trata de la explosión de la ‘casa-bomba’ en el barrio Villa Magdalena IV etapa, el 14 de febrero del año 2003.
Los hechos
En la memoria de los neivanos, quedó marcado uno de los hechos más tristes para la historia de la región: la explosión de una casa ubicada en el norte de la ciudad. La entonces columna Teófilo Forero de las Farc buscaba atentar contra la vida del presidente Álvaro Uribe Vélez y tuvo la idea de detonar la vivienda al arribo del avión presidencial en inmediaciones del aeropuerto Benito Salas. Sin embargo, el demencial ataque fue develado por la Policía y la Fiscalía General de la Nación.
Las víctimas
Las víctimas mortales de la explosión fueron la fiscal Segunda Especializada, Cecilia Giraldo Saavedra, junto con el mayor de la Sijin, Henry Angarita; los subintendentes, Fernando Malambo Ortiz y Ainer Ricardo Suarez; los patrulleros Freddy Rodríguez, Ángel Alexander Orjuela, César Augusto Galeno, Javier Quintero, Ocaris Ramírez y Jaime solano.
Mientras que las víctimas del barrio, fueron: Ismael Plazas, Doris Castrillón, Aliria Hernández, Sandra Milena Castrillón y la niña Kelly Narváez.
De esta explosión, también salieron gravemente heridos, 5 policías y 61 personas de la comunidad. En daños materiales, se afectó a cerca de 40 casas del sector.
Los escombros de los recuerdos
Caterine Patiño Serrato, víctima de la explosión de la casa bomba, recuerda que hace 21 años “estaba muy pequeña cuando sucedió lo de la explosión, recuerdo un estruendo durísimo, de hecho, cuando me levanté, estaba todo en el piso, había un polvero, la casa se nos estaba cayendo, literalmente encima”.
Según Caterine, cuando lograron salir de la casa en ruinas, ella y su familia notaron el desespero de los vecinos, “la gente lloraba, gritaba, gente tirada en el piso, esas casas estaban totalmente destruidas, niños, señoras que no sabían que hacer. Un desespero total”.
Mientras mira a su alrededor y nos señala un sitio donde queda un horno artesanal comunitario, Caterine nos cuenta que “era amiga, de la chiquitita que murió (Kelly Narváez); nosotras nos la pasábamos jugando, al modelaje y a otras cosas”
Que pidan perdón
A pesar de la tristeza y el daño que dejó en muchos aspectos la ‘casa-bomba’, Luis Alfonso, tiene esperanza de que “en este gobierno que se habla de paz, yo si pienso que sería bueno que hicieran una reunión, invitando a toda la comunidad para que hicieran un gesto de pedir perdón, de reconocer lo que ellos hicieron” y enfatiza en “que vinieran delegados de las Farc, que vinieran a pedir de verdad perdón, a la comunidad que se afectó”.
Monumento a la memoria
La presidenta de la junta de acción comunal de Villa Magdalena, Erika Portilla, asegura que se está trabajando en un proyecto en el que se quiere convertir el lote en donde fue el origen de la explosión, en una caseta comunal.
Portilla asegura que “necesitamos el espacio como tal, y queremos que sea la Casa de la Memoria, así la hemos estipulado en el proyecto”.
Esto como un acto meramente de la comunidad, para tener su propio espacio, en donde honrar la memoria de las víctimas de dicha explosión.
A pesar de que ha pasado ya 21 años, el dolor se remueve, en sus miradas esquivas, la voz que demora más en hablar para contar la historia, en sus negativas frente a la petición de ser entrevistados o el llanto, que aparece, indicándonos que, para ellos, la memoria de los hechos se mantiene latente.
