Ruptura conceptual. por Sergio Younes Rincón

Entre las generaciones de colombianos mayores de 50 años y menores de 30 claramente hay una ruptura conceptual. Me explico.

Entre las generaciones de colombianos mayores de 50 años y menores de 30 claramente hay una ruptura conceptual. Me explico. Antes los hijos se parecían a los padres en su manera de ser y de proceder y, en cierta forma, la vida de unos era la prolongación de la de los otros. Ahora no. El fenómeno es explicable. Nunca se habían experimentado cambios que alteraran las culturas de los pueblos como en los últimos 30 años. La velocidad de las noticias somete las mentes de las personas al impacto de lo que acontece en cualquier parte del planeta, cada instante y los progresos de la ciencia y la tecnología modifican minuto a minuto los hábitos de la gente y las soluciones de sus problemas. En otras palabras, como el sistema de vida cambia tan rápido, los linderos que marcan los terrenos de las culturas se van corriendo. La historia se va tejiendo y cada día resulta menos particular el modo de ser y de actuar de los conglomerados humanos, que se confunden cada vez más los unos con los otros. Pero hay además una razón poderosa que explica el fin de la continuidad entre generaciones. Es la forma desatinada como hemos llevado la evolución de la sociedad a lo largo de las últimas décadas. El balance de pobrezas, injusticias y violencias es preocupante. Los jóvenes, con razón, no comprenden el mundo absurdo al que los hemos traído, y no quieren prolongarlo. Los odios que hemos cultivado con tanto esmero los colombianos durante los últimos 50 años, las rabias, los abismos que hemos cavado, la tumbas, las miserias que hemos generalizado y diversificado no tienen que apropiárselas las nuevas generaciones. Ellos están pensando con otra razón de vida otra sociedad, otro país, otro mundo y hay que respetarlos y respaldarlos en ese empeño. Las generaciones mayores tenemos la obligación moral de apoyar ese intento de construir otro tipo de existencia. Los jóvenes de hoy tienen una particularidad. Son hijos de la guerra. El terror madura por anticipado a hombres y mujeres. En la ternura de la infancia y la adolescencia se hicieron por obligación muchas preguntas, y se las han venido respondiendo. Ellos tuvieron que entender a trancazos el mundo que padecen, y no les interesa perpetuarlo. Se imaginan otro distinto, que les permitirá vivir, disfrutar la vida, alargarla. Esa creación que parte con la ruptura de la realidad de ahora y de ayer, es la esperanza. Su escenario de vida no debe parecerse al cementerio que en otro tiempo nos legaron. sergioyounes@hotmail.com

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