A través de su informe ‘Índice de Impacto de la Violencia en Colombia’, la Organización de las Naciones Unidas, ONU, ha puesto sobre el tapete lo que el Huila sabe desde hace rato y que algunos pretenden ignorar: el progresivo deterioro de la seguridad en el municipio de La Plata.
Luego de tener en cuenta variables sobre la situación de derechos humanos como homicidios de personas defensoras, masacres, asesinatos de excombatientes, tasa de confinamiento por 100.000 habitantes y tasa de desplazamiento por 100.000 habitantes, la ONU clasificó a La Plata como el municipio con el mayor impacto de violencia en el Huila. También aparecen en este documento Algeciras, Íquira, Tesalia, Tello y Garzón. A la ONU le preocupa que tal clima de violencia ponga en riesgo no sólo la seguridad de las comunidades sino la gobernabilidad en la región.
En efecto, es doloroso que La Plata, una región hermosa paisajísticamente hablando, de gran vocación turística y gastronómica, esté hoy liderando el top de la violencia regional debido al accionar de las disidencias de las Farc.
Diversos informes oficiales y no estatales han alertado una y otra vez del fortalecimiento de las disidencias y su capacidad para hacer daño. Y desde esta tribuna, hemos advertido del impacto negativo de la presencia de grupos ilegales en el desarrollo económico, el turismo y la prosperidad de los territorios.
El informe de la ONU es un golpe de realidad para quienes a veces motivados por su propio bienestar callan y son indiferentes ante los horrores que produce la violencia en comunidades enteras. Dicho en otras palabras y ante la molestia que suscitó la publicación de ese documento, es hora que el alcalde de La Plata Camilo Ospina, la presidenta de la Cámara de Comercio del Huila Lina Carrera y la sociedad plateña en general pasen de la indignación por los titulares de prensa a exigir con vehemencia y sin titubeos acciones del Estado frente a la actuación de los grupos ilegales. Maquillar, disfrazar u ocultar la realidad o buscar que los medios de comunicación se autocensuren, es el camino equivocado. El silencio puede terminar rayando con la complicidad o la cohonestación con el delito.
“No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”. Martin Luther King.