En el kilómetro 10, sobre la vía que de Pitalito conduce a San Agustín, a mano izquierda hay un desvío, allí una vieja y golpeada valla de metal reza vereda El Recuerdo, aquel apartado paraje rural donde reside la familia Chimbaco Vargas en una humilde vivienda. Hombres armados que se identificaron como guerrilleros del Frente 13 de las Farc llegaron hace 10 años a preguntar por Jair, su madre, Luz Marina Vargas, lo ocultó, sin embargo, José Emilio Chimbaco, su padre, se atrevió a salir para verificar que querían, lo llevaron hasta la carretera, lo hicieron subir a una camioneta 4×4 y se lo llevaron con rumbo desconocido.
Luz Marina Vargas junto con Jair pasan tres días buscando a José Emilio, luego reciben un mensaje anónimo donde les dicen que el joven exmilitar debe presentarse en una vereda de Bruselas para una supuesta investigación que adelanta ese frente guerrillero, luego dejarían ir al padre.
Tristemente madre e hijo acuden a la cita con la insurgencia, allí por pocos momentos la familia se reúne por última vez, el padre es desatado y entregado a la mujer, luego los guerrilleros parten llevándose a Jair, ese 7 de abril del año 2004 fue el último día que lo vieron, desde ese entonces no han tenido una sola noticia, a pesar de que los hombres armados expresaran que lo dejarían ir una vez aclararan algunos temas.
La mala fortuna de Jair cayó sobre él, precisamente cuando pensó alcanzar todos sus sueños. Él hacía parte del mismo escuadrón conformado por 129 soldado y 15 suboficiales que en febrero del 2003, en medio de un patrullaje por zona rural de San Vicente del Caguán, se toparon con la millonaria ‘guaca’ de las Farc, en la cual, según se dijo, habían más de 40.000 millones en pesos colombianos y dólares, dinero que tomaron como suyo los militares y que posteriormente, luego de que fueran descubiertos, les costaría no sólo su carrera en la milicia, sino la vida a muchos de ellos, ya que algunos fueron asesinados, otros fueron condenados por la justicia penal militar y enviados a pagar su pena en la base de Tolemaida. En el caso de Jair, un secuestro que no sólo padece él, sino su familia entera, que lleva 10 años en la más cruel de las incertidumbres
Marchas de apoyo
En estos años, no son pocas las marchas que se han realizado en Pitalito clamando por la libertad de Jair, no obstante, su nombre nunca ha aparecido en los listados de canjeables ni mucho menos en las negociaciones de La Habana. Una década después de su obligada partida, su familia se congrega junto a un pendón con su fotografía como símbolo de que aún están con él, esté donde esté, como lo expresa su progenitora Luz Marina Vargas.
“El deseo es que mi Dios lo tenga con vida todavía y si no es así, al menos que la guerrilla nos dé alguna noticia, queremos saber qué pasó con él, esto no se lo deseo a nadie, nosotros ya no somos los mismos, la niña menor creció con un trauma porque extraña a Jair, ellos eran muy apegados”, dice la desesperada madre.
Por su parte, su hermano José Luis recuerda cómo eran los días junto a Jair. “Cuando se llevaron a mi hermano yo tenía 16 años, los tres jugábamos junto con mi hermana, éramos muy unidos. Él era muy alegre, le gustaban las fiestas y el fútbol. Yo aún lo espero porque la esperanza es lo último que se pierde, este es un vacío que no se puede llenar con nada, no pasa un día de nuestra existencia sin que pensemos en él”.
Pesada carga
Ya con los años encima, José Emilio Chimbaco, quien fue canjeado por su hijo, afirma que lleva una pesada carga a cuestas. Asegura que el dolor constante que se siente sólo lo puede entender quien lo padece. “En estos 10 años de ausencia, los días han sido muy duros para nosotros, entre más corre el tiempo, más crece el dolor; eso de que con el tiempo se olvida a nuestra familia no se aplica, todos los días lo extrañamos, queremos saber si lo mataron, que nos digan dónde está”, exclamó el acongojado padre, antes de sumirse en un prologado silencio.
Hoy, 10 años después, la familia Chimbaco Vargas recuerda ese último abrazo como si fuera ayer, viven en una eterna incertidumbre esperando a que Jair algún día regrese o al menos a que el grupo armado les diga qué pasó con él.