Llegó a su fin la edición 63 del Festival del Bambuco en San Juan y San Pedro, una de las fiestas más tradicionales del sur del país. La velada de elección y coronación celebrada anoche en el Parque de la Música Jorge Villamil de Neiva selló el cierre de estas festividades que año tras año convocan a cientos de turistas y despierta el interés de los habitantes del departamento del Huila.
Y como siempre ocurre al final de una jornada, es necesario que se haga un balance de lo que salió bien, pero también de lo que salió mal. Se trata de una sincera reflexión, con una mirada inmensamente crítica, que se debe hacer en torno a la organización y desarrollo de cada una de las actividades del Festival.
Hubo muchas cosas que salieron a la perfección, otras no tanto y otras muy mal. Pero, dependerá del análisis autocrítico de cada una de ellas, su mejoramiento en el futuro.
Una de las muchísimas cosas por analizar es la baja asistencia de público a las actividades musicales, artísticas y culturales del Festival. Dio inmensa pena que cantantes, compositores y agrupaciones se presentaran ante escenarios casi vacíos. Es indispensable determinar si estos eventos ya no gustan, si hay que replantearlos o falta promocionarlos. También urge analizar la ausencia de comparsas emblemáticas, las quejas de maltrato en las cabalgatas, entre muchos otros.
Sin embargo, lo de fondo es reflexionar sobre qué quieren el alcalde de Neiva German Casagua y el gobernador del Huila Rodrigo Villalba porque este año fue evidente que cada administración iba por su lado en la organización de las fiestas. Además de un Corposanpedro deslucido, hubo mucha mezquindad, egoísmo y disputas internas que afectaron el desarrollo del Festival.
Las fiestas deben dejar de mirarse como ese ponqué del cual cada gobernante busca su parte. Casagua y Villalba tienen que despojarse de protagonismos y trabajar unidos por el futuro de las fiestas. Si no hacen algo, empezarán a poner las primeras piedras para sepultar el Festival.