16 años atrás se escribió en los anaqueles de la historia uno de los logros más importantes en el campo militar, con excepcionales tintes geopolíticos.
Y se trató precisamente de la operación militar Jaque, en la que tornaron a la libertad 11 militares, 3 contratistas norteamericanos y la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, quienes completaban cada uno en promedio una década de cautiverio. Jaque es una pieza decisiva en las operaciones de decepción (engaño) que conceptualmente responde a dos principios fundamentales de los cuales habla el maestro Sun Tsu en su obra El arte de la Guerra y son la sorpresa y la seguridad. Los cuales van particularmente de la mano y como complemento a la ejecución militar del plan para su contundente éxito, los principios de maniobra, objetivo y la moral.
No hubo una sola víctima mortal como resultado final de la operación, por el contrario, regresaron a la vida, al seno de sus hogares, 15 almas cuyo derecho fundamental a la libertad había sido coaccionado por facinerosos y mezquinos intereses terroristas.
Cómo está operación milimétrica cuyo factor determinante fue la inteligencia militar muchas otras, pero es tal vez Jaque una joya de la corona, digna de escribir en letras doradas en los registros de la memoria de cada uno de los compatriotas colombianos bajo el lema inmarcesible de Libertad y Orden.
No podemos dejar de lado otra de las excelentes ejecutorias militares en donde retornaron a la libertad el general de la Policía Luis Mendieta, junto con otros 3 miembros de la Fuerza Pública, a tan solo 28 kilómetros de distancia de donde se ejecutó la operación Jaque, aunque también hubo inteligencia dominante, acá el factor decisivo fueron las excelsas capacidades de las Fuerzas Especiales de las Fuerzas Militares, aunque en términos de maniobra como tal son diametralmente diferentes, siempre se antepone la calidad del factor humano, el soldado.
Símbolos como el helicóptero de esta majestuosa operación de libertad deben ser declarados patrimonio nacional, ya que trajo esperanza y vida no solo a 15 familias, sino alegría de poco más de 43 millones de colombianos para la época (2008).
Para cerrar y apropósito de simbolismos, pregunto yo, ¿cómo cayó el reconocimiento unilateral del Presidente de la República al sombrero de Carlos Pizarro, como patrimonio cultural de la nación? ¿Qué seguirá, la toalla de tiro fijo o las gafas Timochenko? ¡Palabra de Espartano!