La Nación
Ni premio, ni escampadero 1 6 octubre, 2024
COLUMNISTAS

Ni premio, ni escampadero

En el mundo actual, y por regla general, el manejo de las relaciones internacionales y diplomáticas de un país no son un tema de poca monta, ni mucho menos banalizado como lo es en Colombia. Acuerdos internacionales, tratados comerciales, justicia colaborativa, transferencia de conocimiento, manejo de fronteras, apoyo a la seguridad, entre otros, son temas que merecen ser tratados con todo el rigor y respeto, más aún hoy en día en un mundo globalizado.

Durante mi época como Alcalde pude conocer y desarrollar procesos de apoyos e intercambios con algunos de los más importantes embajadores y diplomáticos de la época en Colombia: Japón, Korea, Países Bajos, Estados Unidos, Italia, Francia, Alemania, Israel, China, y hasta el recordado señor embajador de la India en Colombia y amigo de Neiva y el Huila, el Señor Ravi Bangar QEPD, entre otros, todos ellos funcionarios de carrera con más de 20 años de servicio en la vida diplomática.

Con sorpresa y a diferencia de lo que sucede en Colombia, se trataba de personas formadas para la vida diplomática. Su ingreso se daba por concurso y no por recomendación de algún político de turno, y su paso por diferentes cargos como secretarios, cónsules, hasta llegar a ser embajadores, les permitía ir formando un profesional integral, curtido en el manejo de las relaciones internacionales. Su dedicación y preparación de su labor les permitían tener una clara visión de la relación y el crecimiento de estas entre sus países y el nuestro, algo que sabían aprovechar al máximo.

Pero para nosotros los colombianos, la vida diplomática ha sido una forma de premiar a los amigos, pagar favores, repartir la mermelada y ofrecer como premios de consolación a aquellos que salieron de ministerios, dada su incapacidad por la puerta de atrás. Artistas, modelos, presentadores de televisión, políticos quemados, empresarios quebrados y hasta jubilados empolvados han disfrutado y disfrutan de la vida diplomática en diferentes embajadas y representaciones de Colombia, y son nuestra carta de presentación en el exterior.

En su mayoría, se convierten en una afrenta a la carrera diplomática que impide desarrollar en su plenitud las relaciones internacionales en beneficio del país.

Este es uno de los temas más álgidos que debe enfrentar nuestro país, pues hasta el momento no hemos logrado convertir la carrera diplomática en un verdadero fortín que nos permita crecer en nuestras relaciones y economías, que trate de manera seria las dificultades que se viven como las consecuencias de los TLC, los temas de delitos transnacionales y la apertura de nuevos mercados para los productos colombianos.

Quizás cuando avancemos en transformar, sin excepción alguna, la carrera diplomática en un camino que permita llevar a los mejores y más preparados a los cargos de embajadas y consulados, lograremos tener mejores resultados y así fijar metas claras de nuestra relación con los otros países del mundo, más allá  de las anécdotas y vergüenzas que nos pueden dejar muchos de los que nos han representado o nos representan en el mundo entero, para ver si por fin nos dejan de seguir viendo como una república bananera subdesarrollada.