Belalcázar cae, mientras La Gaitana permanece erguida

En momentos en que se habla de derrumbar monumentos, La Gaitana puede estar tranquila; LA NACIÓN extrae algunos apartados del libro ‘Neiva, Ciudad Histórica y Cultural’, que recuerda cómo entre sangre y gallardía,  miles de indígenas perdieron la vida antes que su honor por ser avasallados.

huila@lanacion.com.co

 

Una vez fundadas las ciudades de Cali y Popayán en 1536 y 1537 respectivamente, Sebastián de Belalcázar emprendió la conquista del Dorado, ansioso por hallar más oro. Aprovisionándose de ganado, semillas y soldados en Quito (Ecuador), luego partiría hacia Cundinamarca, con el sueño de hallar inimaginables minas del precioso metal perteneciente a los aborígenes. Durante ese trayecto la región opita también fue protagonista.

Según relata Zaid Garcés Quiacha, en su libro ‘Neiva, Ciudad Histórica y Cultural’, Belalcázar ascendió la cordillera central y descendió por las márgenes del río Mazamorras hasta Saladoblanco, en los dominios de la nación Andakí.

Descubrió las tierras de los Timanáes y por la margen derecha del río de las Tumbas, siguió su viaje hacia la sabana Muisca; deseaba asegurar la comunicación entre Popayán y Quito, así que ordenó a sus capitanes Pedro de Añasco y Juan de Cabrera la fundación de sendas ciudades.

En esa tarea se despertaría más tarde la furia no de una, sino de varias tribus indígenas. Por eso, aunque el cometido lo cumplieron con el asentamiento de San Calixto de Timaná el 18 de diciembre de 1538 y Nuestra Señora de la Concepción del Valle de Neiva el 8 de diciembre de 1539, estas fueron destruidas en varias ocasiones, a lo que Añasco respondió con más opresión.

La Ambición de Pedro de Añasco no acabó allí,  por el contrario quiso también incursionar en territorios vecinos hasta llegar a las tierras de Anayaco, donde reinaba la Cacica de la Gaitana, o Guaitipán.

El encuentro

En su libro, Neiva, Ciudad Histórica y Cultural, Zaid Garcés Quiacha detalla que el hispano exigía contribuciones, participación en las cosechas, el servicio personal de aborígenes para la construcción de viviendas y apertura de caminos en Timaná.

Fue entonces cuando Timanco, hijo de la Gaitana, se negó a rendirles vasallaje a los españoles, y eso avivó aún más la furia de Añasco, quien optó por el castigo, propio de la época.

Luego de ser secuestrado, Timanco fue bárbaramente castigado y entregado a las llamas ante los ojos adoloridos de la Gaitana, que soportó heroicamente el sacrificio de su hijo. Sobre las cenizas del joven, la cacica juró tomar venganza: “Bien puedo yo morir, pero tus penas de pagármelas han” habría advertido.

Reseña Garcés Quiacha, que la altiva mujer se dio a la tarea de convocar a las tribus a la lucha contra el invasor; pero el clamor de la ofendida madre no encontraba eco en los atemorizados jefes aborígenes y por lo tanto, fue dura la campaña de convencimiento, pues hubo indígenas que le colaboraron y le sirvieron a los españoles.

La venganza

Sin embargo la Gaitana logró contar con el apoyo del jefe Yalcón, los caciques Meco, Pigoanza y Aniobongo. Pedro de Añasco, con 33 soldados, se enfrentó a 1.300 indígenas de todas las tribus que hoy pertenecen al Agrado, en el valle de Yaguilpa.

Y fue así como en la lucha, Pigoanza tomó como prisionero a Añasco, que luego de ser desnudado fue llevado y presentado como trofeo a la vengativa cacica.

La Gaitana ardiendo en odio, tomó al español, le perforó la garganta para pasarle una soga, le sacó los ojos y lo paseó como trofeo por los lindes de su tribu, extirpando en cada sitio un fragmento de su cuerpo hasta convertirlo en cenizas.

Otros historiadores también indican que los cadáveres de las personas y de los caballos fueron degollados, y las pieles, henchidas de cenizas, se destinaron a adornar el bohío de Pigoanza. La carne fue recogida para banquete, y en los cráneos habrían tomado la chicha.

Pero los combates continuaron y las pocas armas de los indígenas, como también sus bailes, rituales, canciones y chicha con los que se preparaban ante la batalla del siguiente día, fueron aniquiladas junto con ellos.

La resistencia se prolongó durante dos siglos y finalmente los españoles lograron dominar los territorios y a su gente.

En memoria de La Gaitana

Más de 400 años después, el 4 de agosto de 1974 sobre la avenida Circunvalar de Neiva y de cara al río Magdalena, el escultor Rodrigo Arenas Betancourt, oriundo de Antioquia, revelaba ante el mundo el monumento La Gaitana, en memoria del espíritu de rebeldía de la cacica y de todos los pueblos indígenas. Desde entonces este ha sido un punto geográfico de inmenso valor y significado para todos los huilenses.

Entre tanto, el pasado 16 de septiembre la estatua de Sebastián de Belalcázar en Popayán, Cauca, fue derrumbada por el pueblo Misak. Se trató de un juicio simbólico en el que se le acusa, entre otros delitos, de Genocidio, despojo y acaparamiento de tierras, desaparición física y cultural de los pueblos que hacían parte de la Confederación Pubenence.

La acción fue aplaudida por algunos ciudadanos y rechazada por otros, el   Ministerio de Cultura también emitió comunicado en contra. Al tiempo en que se anunciaban medidas desde las autoridades, también los pueblos indígenas invitaron a que se hiciera lo mismo con la estatua de Belalcázar en Cali. En Neiva, para la protesta de este  lunes ya hay alertas sobre acciones de este tipo.

El investigador Zaid Garcés Quiacha ha dedicado parte de su vida a recopilar la historia que esconden los diferentes monumentos que tiene Neiva. El huilense dijo a LA NACIÓN que a diferencia de la estatua en el pueblo caucano, que “representa al pueblo invasor, nuestra gran obra representa la lucha de un pueblo que no se dejó avasallar y luchó por nuestro territorio; la Gaitana, gran heroína que se opuso a la conquista de sus tierras, esta inmortalizada. Debemos sentirnos orgullosos por esta obra que rinde un homenaje a la guerrera, a la indómita  y la valentía de la mujer huilense”.

“Los monumentos son un patrimonio histórico de una ciudad o región. La Gaitana representa la historia y la tradición de la cultura huilense, motivo por el cual se debe preservar, conservar y valorar,  para que las próximas generaciones recuerden un hecho histórico que afrontó con valentía y gallardía nuestro territorio opita. Simboliza para la tierra huilense el rechazo y rebelión de una raza altiva y digna ante la crueldad y el salvajismo de los invasores españoles quienes avasallaron a sangre y fuego la población del territorio del alto Magdalena”, sostuvo.

El presidente de la Academia de Historia Huilense, Alexander Quintero, destacó que tanto el relato como el monumento erigido en torno a La Gaitana, hacen parte de los elementos simbólicos y funcionales con los que se ha intentado configurar la identidad del huilense en torno a un pasado común. En este sentido, “La Gaitana representa la gallardía de la mujer y la templanza de una raza, valores que, dicho sea de paso, gozan de una gran aceptación entre nuestros coterráneos”.

“De allí que, en estos momentos, en los que se habla de derrumbar monumentos, “La Gaitana puede estar tranquila”, ya que, en el imaginario colectivo, por fortuna, el monumento representa, además, la otra historia, la de nuestros antepasados, con quienes nos solidarizamos y compartimos el arraigo por esta tierra y sus bondades naturales”, puntualizó.

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El monumento

Según recopilación del historiador Delimiro Moreno.

  • El monumento es de simbolismo múltiple: la rebelión contra la opresión extranjera, el enfrentamiento entre el mundo casi vegetal y puramente animal de La Gaitana y su guerrero y la civilización europea simbolizada en un hombre casi todo de hierro, Añasco y el Centauro, fruto del mestizaje, que cae llevando en su mano la cruz y la espada.
  • El caballo, simboliza ese elemento de la conquista que sin desvirtuar el valor del hombre, da a los invasores una superioridad abrumadora sobre los aborígenes.
  • El centauro caído insinúa la ruptura de la cultura, el surgimiento de una nueva.
  • La figura de La Gaitana tiene dos caras: una amable, amorosa, tierna, bondadosa, maternal que mira al sol y simboliza la madre, la esposa, el sentimiento fraternal de toda mujer.  La otra: guerrera, feroz, indómita, llena de ira y de venganza, con los cabellos al aire y la actitud bélica, es la rebeldía, la oposición al yugo español, la explosión de la libertad reprimida, la heroína ofendida en el más caro sentimiento.
  • La figura de La Gaitana descansa en un jaguar o ti grillo joven de potentes garras y afilados colmillos en actitud de ataque, que insinúa la naturaleza exótica y exuberante del nuevo continente.
  • El guerrero que domina y corona el conjunto, armado de arco aún tenso del certero disparo, porta una máscara de halcón o águila, ave de rapiña y veloz vuelo, animal adorado por los aborígenes y en el cual creían convertirse después de la muerte.
  • Es una obra de Rodrigo Arenas Betancourt, inaugurada el 4 de agosto de 1974. Fue construido en bronce, su estructura de base es en hierro, tiene 30 metros de altura  y 12 metros de ancho.

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