El mensaje ha sido claro y contundente. A casi dos años, el gobierno de Gustavo Petro registra una gran insatisfacción, que quedó ‘al desnudo’ con las gigantescas marchas llevadas a cabo en completa calma el domingo pasado.
Las movilizaciones de descontento, que congregaron a miles de personas en Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Manizales y Neiva, entre otras, son la respuesta a un Presidente y a un Gobierno que ha tenido serios problemas para manejar temas clave como el orden público, la economía, la inversión, entre otros.
Para nadie es un secreto que la insatisfacción con el Gobierno de Petro es generalizada debido a su política de ‘Paz total’, que ha permitido en 16 meses el fortalecimiento de las disidencias de las Farc en regiones como el Huila. Las masacres, los homicidios selectivos, los ‘bombazos’, las extorsiones, la quema de vehículos, la ‘carnetización’, los desplazamientos, el reclutamiento de menores de edad, entre otros, multiplicados en varias regiones, han avivado la ‘llama’ del descontento popular.
Los altos niveles de desempleo, las alzas en la gasolina, los bajos niveles de inversión pública, los permanentes escándalos de corrupción, la poca concertación y socialización alrededor de sus pretendidas reformas sociales, los ataques verbales contra las instituciones, los mensajes llenos de pugnacidad, son episodios que poco a poco han ido afectando la imagen del actual Gobierno.
En respuesta a las movilizaciones del domingo pasado, la primera reacción del presidente Petro ha sido la de asumir una postura de menosprecio. “Aquí lo que quieren es tumbar al gobierno popular y matar al presidente”, han sido algunos de sus mensajes.
El camino de hacer oídos sordos al clamor de la ciudadanía es el equivocado, si se tiene en cuenta que el presidente Petro sabe bien de sobra lo que significa el poder de la calle.