Del Río del Oro, la fuente hídrica que atraviesa la ciudad de Neiva, poco queda. La contaminación, la desidia de los propios habitantes y la falta de voluntad de los gobiernos locales han terminado por acabarlo.
Sin embargo, al iniciar el recorrido por toda la cuenca del río, guardábamos las esperanzas de que el panorama cambiara mientras nos adentrábamos hasta su nacedero, dejando la ciudad.
Durante dos días, LA NACIÓN, en compañía del grupo de carabineros y ambiental de la Policía Metropolitana de Neiva, recorrió todo lo que queda del río del Oro, desde su nacimiento en la hacienda La Calera, distante a cuatro horas a lomo de bestia, hasta su desembocadura en el Puerto de las Damas, donde se pierde en la inmensidad del río Magdalena.
Tristemente, solo un pequeño hilacho de agua es lo que queda de uno de los principales afluentes que atraviesa la capital huilense. En los 25. 6 kilómetros de su recorrido la situación es crítica y alarmante.
La poca agua que sale de su nacedero no logra llegar hasta la desembocadura, pues se queda en algunas moyas cercanas. El resto el paisaje es solo piedra, arena y un cauce que da fe que alguna vez pasó agua por allí.
Custodiando la vida
Para tener acceso al nacedero del Río del Oro, hay que pedir permiso, el área está totalmente restringida. Según José Lorenzo Chila, esto con el propósito de conservar lo poco que queda.
Lorenzo, habita las tierras de la Hacienda La Calera, donde nace el río, desde hace siete años y es uno de los custodios de su nacimiento, el único ‘hilacho de vida’ que queda de lo que otrora fuera uno de los afluentes más apetecidos por los neivanos.
El Río del Oro nace en una pequeña pared – como lo describe Lorenzo- una peña en el que el agua fluye de manera ‘insignificante’, al aflorar de las cepas de una palmicha.
“Hace siete años corría muy buena agua, había más de la mitad de lo que ustedes ven ahora”, afirma el hombre quien recorre el terreno en el lomo del mocho’, un caballo viejo color negro.
El fuerte verano y la acción criminal del hombre acabaron con el afluente. Hace más de un año no llueve y desde entonces Lorenzo da fe de lo que está pasando.
La poca agua que corre en la parte del nacedero y kilómetros más abajo sirve para que beba el ganado que hay en la zona, pues las tierras no son fértiles y lo único que permanece en el lugar es la vegetación propia de la zona.
La hacienda ‘La Calera’ está conformada por 1.200 hectáreas y en esos predios nace el Río del Oro. Por tal motivo, el área está totalmente restringida. Sus propietarios han dado la orden de no dejar pasar personas, siempre y cuando sean de la CAM, Alcaldía o autoridades ambientales.
El caudal se ha reducido a su máxima expresión, las quebradas que lo alimentaban desaparecieron, ya no corre agua. Una de ellas y tal vez la principal es la quebrada la ‘Guayacana’, que en siete años que Lorenzo lleva custodiando esas tierras, nunca la había visto seca.
Kilómetros más abajo del nacedero está el corregimiento de Moscovia, sus menos de cincuenta casas lo hacen un ‘oasis’, en medio de la vegetación seca de la zona, y sus habitantes ya no cuentan con el agua del río. Por eso, han tenido que recurrir a la búsqueda de aguas subterráneas la cual es extraída mediante el bombeo.
Vigilancia y control
En Moscovia, sus habitantes también decidieron restringir el paso a la cuenca, la reja de acceso mantiene asegurada con una gruesa cadena y un candado; se cansaron de que bañistas ocasionales dejaran basura en el lugar.
“Tenemos una problemática, las personas que vienen a los paseos de olla, dejan toda la basura a la orilla del río, lo están contaminando. Tenemos un compromiso con la naturaleza, nos criamos en el campo, nos gusta la naturaleza y la respetamos, por eso se han tomado medidas de cerrar el paso a los bañistas que en su momento llegaban hasta estos lugares”, relató, Ricardo Trujillo Amaya, habitante del corregimiento de Moscovia.
Trujillo, quien es uno de los líderes del caserío, cada ocho días junto a su esposa, sale a recoger la basura que aparezca en el río, se ocupa de aquella que no es biodegradable, la apilan y luego la trasladan hasta Neiva.
“Cada ocho días nos toca ir a hacer un recorrido por buena parte de lo que queda del Río del Oro, recogemos las basuras que no son biodegradables, luego en una camioneta de mi propiedad la llevamos a Neiva, para su disposición final. Yo la llevaba hasta la entrada de mi negocio para que cuando el carro de la basura pasara la recogiera. Sin embargo, eso me generó un problema, me subieron el costo por el servicio de aseo”, comentó Trujillo.
Lo que más encuentra, cuando hace las jornadas de limpieza son envases de gaseosas, pañales, plásticos, desechables. Situación que genera la contaminación pues reconoce que en este sector del río no hay vertimiento de aguas servidas.
Buscando el Oro
Siguiendo el recorrido, llegamos hasta el sitio conocido como ‘Paso Ancho’, lugar donde el río ya comienza a tener contacto con el paisaje urbano, y es aquí en donde algunos moradores se dedican a la minería artesanal, buscando el metal precioso.
Mientras otros, armados de palas recogen arena y piedra para las camionetas que llegan a comprar la carga. Dicho material de arrastre es utilizado para algunas construcciones que se levantan cerca al área de protección de la ronda.
Sin embargo, en este lugar, es evidente la cantidad de escombros que han sido arrojados a menos de dos metros de la ribera del río. El sitio que ya fue clausurado pero LA NACIÓN encontró que aún no ha sido retirado el material.
Desde que el río llega al barrio El Limonar, ubicado en la comuna seis de la capital, el panorama se torna más preocupante, y se mantiene en una constante. Este afluente que pareciera que toma algo de vida en su recorrido por las comunas 7, 8, 6 y 4, no es más que la cantidad de aguas servidas que le caen.
Ellas, se funden con la cantidad de residuos y basuras que aceleran el proceso de contaminación del afluente, acompañado de la indigencia y muchas veces de la delincuencia.
“Tenemos un compromiso con la ciudadanía, todas las noches el grupo de carabineros de la Policía Metropolitana, adelanta labores de patrullaje en la zona, pues por toda la canalización del río que atraviesa la ciudad viven habitantes de la calle y consumidores de estupefacientes”, comentaron los uniformados.
Pero con todo y los esfuerzos para darle otra cara al río, el panorama sigue siendo desalentador, sobretodo en la zona urbana.
¿Sin dolientes?
Mayra Alejandra Bustos, encargada del tema del recurso hídrico de la Secretaría de Medio Ambiente, explicó que al río se le ha hecho dos dragados mediante los convenios 818 de 2013 y 1340 de 2015. Sin embargo, dicha intervención no fue la suficiente.
Bustos reconoció que dicha dependencia no contaba con inventario del estado ambiental del Río del Oro, y que escudriñando en algunos archivos se encontró uno que data del año 2004 el cual está siendo reestructurado para ser objeto de estudio.
Reveló que uno de los principales dolores de cabeza de la Secretaría es el de las licencias de construcción otorgadas por las curadurías, quienes no trabajan de la mano generando invasión de la ronda la cual según lo estipula la norma es de 45 metros a la redonda.
Además, todos los esfuerzos están concentrados en la conservación del río Ceibas, según lo reconoce Camilo Fabián Gómez, director de Desarrollo Rural Integral, al señalar que de acuerdo al Plan de Ordenamiento Territorial, hay que focalizarse en el avalúo y compra de predios. Sin que exista un proyecto para el Río del Oro.
Así, mientras las autoridades toman cartas en el asunto y formulan el Plan de Ordenamiento para el Río del Oro, éste sigue agonizando y lo único que lo sostiene es ese ‘hilacho de vida’ que nace en los predios de la hacienda La Calera.