El reciente nombramiento de Armando Benedetti, amigo cercano de Gustavo Petro, deja en evidencia una peligrosa complicidad que poco tiene que ver con los intereses del país. Esta jugada, lejos de responder a méritos y prioridades nacionales, evidencia cómo el poder político se utiliza para recompensar lealtades personales, y para seguir cuidando el silencio de quien, evidentemente, podría darle un giro a la investigación de la campaña de Petro presidente con un par de declaraciones. Benedetti ya demostró en los audios filtrados que tiene con qué desenmascarar la verdad: “Nos hundimos todos, nos vamos presos”, y Petro le sigue abriendo la salida que “el tigre” exigió por su silencio.
Mientras millones de colombianos son testigos de cómo el Gobierno de Petro se desmorona, prima la inseguridad y la falta de oportunidades. Ellos parecen estar más enfocados en francachelas y alianzas cuestionables que en atender las verdaderas necesidades del pueblo.
Colombia necesita líderes comprometidos con el bienestar común, no políticos que pongan por delante sus alianzas personales, cuando escalan, soportados por el miedo y por el peso de sus secretos.
Exigimos transparencia, respeto y soluciones que realmente beneficien a la nación, en lugar de permitir que la Casa de Nariño se convierta en el epicentro de un espectáculo que indigna y ofende a quienes confiaron en “el cambio”, pero lo que ven es algo completamente diferente. El país merece un liderazgo que lo represente con dignidad y responsabilidad, no espectáculos que desvíen la atención de nuestras verdaderas urgencias.
¡Trabajar, trabajar y trabajar es lo que deberían ponerse a hacer!