Me pareció premonitorio y extraño, que me hubiera correspondido la fila 5 y la silla 12 en el relanzamiento de La Nación, en el auditorio la Vorágine del Centro de Convenciones José Eustasio Rivera; recordé inmediatamente mi vida de infancia en la Ibagué sin oportunidades y sin esperanza, de la Manzana 5 casa 12 de la cuarta etapa del barrio Jordán.
Es inevitable el reencuentro para ver y saludar desde el atrio del lugar del evento. Al interior del recinto observé y saludé a varios políticos, a periodistas y buena parte de la farándula criolla. Muchos de los que no vi, a lo mejor asistieron, otros que siempre asisten con notoriedad, con seguridad, no fueron.
– Hola, profesor, ¿qué ha habido? – preguntó el profesor Piero Silva. – Aquí observando para criticar- alcancé a responder. Saludé también a otros columnistas, a unos más críticos y parados que otros: Alexander Molina y Miguel Perdomo Lince. A quien no pude ver fue a Francisco Arguello, el más leído por estos tiempos; me hubiera gustado conocer sus impresiones y percepciones.
Llegaba a tiempo de forma excepcional y pude adelantarme para ver la llegada del gobernador Villalba; del alcalde Casagua, de algunos diputados y concejales de Neiva; de nuestro único Senador y de dos de los Representantes a la Cámara. Del anfitrión, algunos líderes y lideresas; los que tendrían que ser destacados más adelante, estaban camuflados estratégicamente para hacer su aparición protagónica de forma sorpresiva. Entre los personajes más notorios y estentóreos pude ver al “siempre prudente y silente” Ring – Ring; bueno, después del mayor conocedor del Rock: Julio Correal.
El presentador de la nueva imagen de La Nación fue Juan Pablo Ángel, quien explicó cómo fue el rediseño de la marca. El diseño mismo expresa huilensidad. A algunos les decepcionó, tal vez esperaban algo mucho más rimbombante y pasaron por alto que lo esencial estaba en los elementos simbólicos en el cambio de imagen.
Sentí que estaba viviendo un momento histórico y fundante – o mejor, refundante -, experimenté de nuevo el orgullo de saberme huilense de corazón. Pude avizorar el nuevo estilo y la nueva tendencia del periódico entre los saludos de Alfredo Vargas, Gustavo Gómez, Daniel Samper Ospina y una que otra presentador. Me ensimismé con el saludo de Salud Hernández. Supongo que fue estratégico no haber recibido oficialmente los saludos de Vicky Dávila o de María Andrea Nieto, nos hubiera delatado la tendencia nacional resbaladiza a la polarización. Debía quedar claro que los objetivos en lo local de Olave en La Nación eran muy distintos a los de los Gilinski con Semana.
El señor Olave se mostró, serio, trascendente y contundente, con el prejuicio colectivo a cuestas de saber que el Diario La Nación es todo un patrimonio moral de independencia y credibilidad; nos afirmó con contundencia una esperanza que tenemos respecto de la nueva Nación:
“-El objetivo no es hacer dinero, no busco puestos, tampoco contratos. Mi intención es llevar la verdad a los ciudadanos sin interferencias ni censuras –”, afirmó Olave, devolviéndonos la esperanza: que el Diario La Nación, seguirá en su labor de informar de manera imparcial y con un enfoque en la integridad periodística.
Pero, tal vez, lo más importante no fue lo expresado por los discursos, sino lo que reflexionábamos en silencio; ¿se pudo tratar de contera del lanzamiento de uno que otro nuevo proyecto político? Personalizar es reconocer interés y justificar monismos polarizadores.
En este mundo pragmatista podemos pensar que nadie hace nada por nada. Sin embargo, nos atenemos de buena fe que también es un buen llamado de atención a la dirigencia local a veces egoísta y en posición cómoda que insiste en sólo seguirse mirando el ombligo. ¿Llegó una alternativa y su competencia? Amanecerá y veremos. Por ahora es bueno que Ring – Ring siga voceando en las calles: – ¡Alerta! “La Nación seguirá siendo un diario independiente – ring- ring”.