Con cinco víctimas mortales en todo el departamento en lo que va del año, tres de ellas en Neiva, el dengue hemorrágico vuelve a hacer presencia grave en la región, sin que las alertas lanzadas año tras año impidan que el virus del mosquito siga dejando una estela de dolor justamente en las familias de más bajos recursos. Con cinco víctimas mortales en todo el departamento en lo que va del año, tres de ellas en Neiva, el dengue hemorrágico vuelve a hacer presencia grave en la región, sin que las alertas lanzadas año tras año impidan que el virus del mosquito siga dejando una estela de dolor justamente en las familias de más bajos recursos. Valdría revisar las multimillonarias inversiones en campañas de prevención, los programas de atención primaria en salud, ejecutados con recursos de regalías que no alcanzan las coberturas mínimas. Los resultados son pobres, sino inútiles, considerando que ya tenemos cinco víctimas, incluyendo niños, cuya atención llegó tarde o no fue la adecuada, por responsabilidad de sus familias o del sistema de salud o de ambos. Y en otros casos por diagnósticos errados por parte de las EPS. Lo que resulta altamente preocupante es que, existiendo numerosos métodos de control, éstos apenas se recuerden cuando los médicos hacen el reporte de muertes y no antes, o de manera permanente. Y eso que el Huila es una zona endémica, que obliga a mantener las campañas en forma permanente. Los ciclos de mayor propagación se conocen desde hace muchos años, las investigaciones científicas en torno al virus son abundantes, los recursos se apropian constantemente pero la alerta sólo se lanza cuando se anuncia que tenemos varios fallecidos por la enfermedad. Las autoridades de salud del Departamento y de todos los municipios deberían contar, o cuentan supone uno, con mecanismos activos de control, prevención y atención de este recurrente fenómeno epidemiológico, por lo cual no resulta coherente ni serio que se hable ahora de poner en marcha situaciones de emergencia o urgencia manifiesta, como si no fuese notable, visible y ya consuetudinario cuándo, dónde y porqué aparece el mal, sus orígenes y consecuencias. Las tareas deberían ser con suficiente antelación: realización de encuestas epidemiológicas y de control larvario; promoción de conductas preventivas por parte de la población; educación sobre el dengue y su prevención; eliminación de criaderos de larvas. Limpiar patios y techos de cualquier potencial criadero de larvas, utilización de barreras físicas y de repelentes de insectos, y comunicación de riesgos a través de medios masivos son algunas de las medidas que se recomiendan desde hace muchos años en el mundo, sin variaciones ni diferenciaciones según el país o el territorio respectivo. De acuerdo con cifras oficiales, en el Huila van 1.347 casos de dengue clásico más 114 de dengue grave, para un total de 1.461 personas infectadas con el virus. Números que en cualquier otro lugar haría desplegar todo un sinnúmero de mecanismos estatales para ponerle freno a la epidemia. Por estos lados, si bien hay algunos esfuerzos significativos, nos vuelven a hablar de solicitar apoyo al Ministerio de Salud, de repetir campañas ineficaces y de acudir a la urgencia manifiesta. El dengue es permanente pero las medidas siempre han sido temporales. “Valdría revisar las multimillonarias inversiones en campañas de prevención, los programas de atención primaria en salud, ejecutados con recursos de regalías que no alcanzan las coberturas mínimas.”. Editorialito La temporada invernal, como se advertía, comienza a dejar nuevos damnificados. Lo sorprendente es que durante el verano, no se adoptaron las medidas para enfrentar las emergencias. Y lo más grave, ni siquiera se han ejecutado los programas de la pasada ola invernal. ¿Quién responde?