‘Aló Petro’

Gustavo Petro no sufre de paranoia, esquizofrenia ni de trastornos delirantes cuando repite incesantemente que lo quieren asesinar, que es espiado, o que buscan derrocarlo mediante un golpe de Estado; y, de paso, arremete contra todo el mundo. Lo suyo, más que una manifestación de desequilibrio, es una estrategia diseñada para victimizarse y promover una peligrosa confrontación entre los colombianos, utilizando la vieja táctica de la lucha de clases con fines políticos.

Petro no ha gobernado. Tras más de dos años en el poder, el desgobierno es cada vez más evidente. Ninguna de las iniciativas prometidas durante su campaña ha arrancado; menos aún aquellas quimeras que bordean la alucinación, como el tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla o el aeropuerto en el Cabo de la Vela, entre otras fantasías. Petro dedica su tiempo a los discursos incendiarios, a la confrontación constante y, lo más grave, al derroche de los recursos del Estado, con una corrupción rampante que intenta esconder bajo la sombra de nuevas disputas, ya sea contra una persona o instituciones.

Ante la incapacidad de mostrar resultados o de afrontar los innumerables problemas de la nación -incluidos los muchos que él crea-, Petro abusa de la paciencia de los colombianos. Ha hecho un uso indebido y reiterado de la figura de la “alocución presidencial”, una herramienta instituida por la Ley 182 de 1995, que permite al jefe de Estado dirigirse a la nación a través de la televisión pública y privada para informar, de manera eventual, sobre asuntos de “interés nacional”.

Sin embargo, Petro utiliza este recurso sin control, en horarios de máxima audiencia, y sin medir la duración de sus intervenciones. En esos espacios, en lugar de tratar temas de relevancia del país, los dedica a sus asuntos personales, a retransmitir discursos incendiarios y a ventilar conflictos, muchos de ellos inventados, como su delirante insistencia en que será objeto de un golpe de Estado. Insulta a periodistas (“Muñecas de la mafia” – “No matan al periodista arrodillado, no matan al periodista que solo repite como loro la ideología de los dueños del capital, que son sus patrones.”); a opositores, al CNE, las altas cortes, el Congreso, los empresarios, etc… Petro, ha sobrepasado los límites de lo admisible.

Y sigue al pie de la letra el guion chavista, hasta en sus alocuciones televisadas, como aquellas interminables intervenciones de Hugo Chávez en su “Aló Presidente”, donde hablaba cinco horas, para insultar y desafiar a la oposición y a cualquiera que osara contradecir sus locuras y abusos de poder. Al igual que Chávez y Maduro, Petro acusa de simpatizantes del nazismo a quienes lo critican, y de asesinos a los que, de manera masiva, corean en los estadios “fuera Petro”.

En cuanto a sus alocuciones, que solo les falta llamarlas ‘Aló Petro’, sería deseable que el Congreso de la República se apresure a reglamentar la respectiva ley, poniendo límites claros a su duración y especificando con mayor precisión los temas que realmente revisten “interés nacional”. Solo así se podrán frenar estos abusos reiterados de Petro, para incendiar el país.

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