El amor como campo de combate

Alexander Molina Guzmán

Nadie enseña a amar. Porque el verdadero amor nace por inspiración, no es calculado. El amor por conveniencia, calculado, es un gran engaño. Pero bien, el problema del amor, del amor en general, es que se sienta como un campo de combate. Y cuando lo sentimos de esa manera creemos que cuando termina tiene que haber un vencedor y un vencido. Y en esa batalla final uno pierden los hijos que el otro gana; uno gana bienes materiales que el otro pierde; uno reclama venganza por la terminación y cree que el otro debe morir por tomar la decisión de terminar. Y eso es lo más grave, creer que el amor es un campo de combate en el cual alguien debe ser literalmente sacrificado.

En la Plata, Huila, hace unos días sucedió un hecho que se enmarca dentro de esa creencia del “amor como campo de combate”. Un joven de 21 años asesinó su expareja, una joven de 16 años, al parecer porque ella había decidido terminar esa relación. En plena vía pública y ante la mirada indolente de varias personas, que incluso grabaron el momento en que la víctima era vilmente apuñalada, ese joven decidió que él tenía que ser “el vencedor” y ella “la vencida”. Y aquí le sumamos otro elemento morboso al amor como campo de combate: Los espectadores. En ese campo del amor como batalla hay unos que agitan el ambiente con “échelo o échela”; “déjelo o déjela en la calle”; “no sea bobo o boba, póngale los cachos”; “no se deje, pelee por ella o por él, no se lo deje o se la deje quitar”; “ella o él es suyo o suya o de nadie”. O así no sean agitadores, son meros espectadores que miran con indolencia cómo el uno agrede al otro o cómo alguno cae asesinado. ¿Cómo es posible que algunas personas tuvieran tiempo de grabar el asesinato de la joven Deisy Yureli Pantoja y no hicieran nada por evitar la agresión? Un asesinato que se cometió con sevicia.

Claro, nadie enseña a amar. Pero sí se puede enseñar a manejar el amor, no como un campo de combate sino como un escenario en el cual la otra persona no es una cosa, no es una propiedad que yo “obtengo” en el momento que me dan un sí como novio o como novia; como esposo o como esposa. Y en esto sí tenemos un gran déficit de educación, desde la casa y desde la escuela, pues no nos enseñan a manejar el amor para que, incluso, termine de manera razonable.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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