Al cierre de esta columna el presidente Petro sigue adelante con el remezón de su gabinete, sobre el que había expectativas, en vísperas de instalar el tercer periodo de sesiones el Congreso de la República y de cumplir la mitad de su cuatrienio en la Casa de Nariño. Y sí, como muchos colombianos, nos alcanzamos a ilusionar con que el mandatario aprovecharía el ajuste para darle un ‘timonazo’ a su administración, trazaría un alentador nuevo rumbo a lo que hasta ahora ha sido un gobierno regular para abajo: en la ejecución presupuestal; en gestión y cumplimiento de metas; en las relaciones con el Legislativo y el trámite de proyectos; en el choque con gremios, instituciones y medios de comunicación, etc, como es evidente le cobran las encuestas de opinión.
Pero, infortunadamente, para el futuro del país y de la mayoría de sus habitantes, no ha ocurrido así. Con las designaciones Petro continúa la tendencia, que ha ido incrementado, de poner en altos cargos a gente cercana políticamente o que ha trabajado con él. Perdiendo, quizás, el último intento de buscar consensos, de avanzar hacia un acuerdo nacional, de alcanzar entendimientos con distintos sectores políticos. De abrir el equipo ministerial a distintos espectros, donde impere el diálogo, la discusión y la capacidad de diferenciar las razones del ‘cambio’.
Queda así sin piso la tesis de algunos analistas que sugerían aprovecharía la circunstancia para dar participación burocrática a los partidos independientes, construir un gabinete de unión, fortalecer la coalición de gobierno y sacar adelante las reformas sociales. Y es que al ministro Velasco, dicen, lo relevó por diferencias de criterios. “Una vaca loca”, dijo sobre una asamblea constituyente, propuesta que impulsa el mandatario y ya le encargó a su remplazo en la cartera política. Lo que predominará será la polarización. La radicalización.
Mientras al interior del Gobierno se habla de ‘fuego amigo’, de ataques entre sus miembros (la propia primera dama, Verónica Alcocer, denunció ante la Fiscalía un presunto plan para involucrarla en el escándalo de corrupción en la Unidad Gestión del Riesgo), Petro se distrae o concentra en la campaña presidencial de 2026, en quién lo sucederá o tal vez nos tenga la sorpresa que intentará continuar. Debería rodearse bien, buscar pactos transparentes, no burocráticos, menos ‘mermelada’, para enfrentar después del 7 de agosto el segundo y definitivo tramo de su hasta ahora errada administración. Hacer realidad el acuerdo nacional con los partidos del que viene hablando desde que inició el mandato para buscar soluciones a los graves problemas del país.
Pero, la verdad, con lo que estamos viendo es que aumentará la división; no están quedando nombres ‘moderados’. Nos esperan dos años de tortuoso camino donde sólo nos queda seguir resistiendo, con fe y esperanza por Colombia.