Pasó la llamada a ser más importante convención del Partido Liberal Colombiano en las ultimas décadas y no dejó mayor cosa para la colectividad que requiere reorganización y fortalecimiento de su ideario y principios que la forjaron en verdadera representante del pueblo colombiano, por todas sus luchas y logros en memorables épocas de su historia republicana, por lo menos en lo que a ostentar mayorías se refiere.
Reelecto en su dirección, César Gaviria, atornillado director venciendo estrepitosamente al otrora combativo liberal Luis Fernando Velasco y espantando la intentona petrista de metérsele a la cocina, con abrumadora mayoría de congresistas y convencionistas -real fuerza popular-, con su preparado discurso de la victoria nos dice a los liberales lo que ya sabemos del nefasto gobierno que está destruyendo el país desarrollando diez precisas ideas sobre sus actos, pero nada sobre cómo recuperar el ideario y organización liberal para ser nuevamente alternativa de poder, evadiendo su responsabilidad personal como elector de Petro y su indolencia ante el respaldo al gobierno con que su bancada arrancó esta legislatura solapados en una independencia que nunca lo fue. Ni una palabra sobre cómo reunificar al atomizado partido convertido en múltiples empresas electorales que anidan corrupción y clientelismo en perverso provecho de la mística bandera liberal.
Claro que es absolutamente necesario y prioritario el peso político de la colectividad liberal para reorientar el país por los cauces de la institucionalidad y decencia tan amenazadas por las continuas salidas del desbocado presidente Petro, pero, más allá de las alusiones al ideario liberal y los principios fundamentales del partido -la necesidad de defender la democracia, la libertad individual y la justicia social-, enfatizando la fidelidad a sus raíces y continuidad en la lucha por la igualdad y los derechos humanos, esto seguirá quedando como mención histórica de lo que fue el Partido Liberal Colombiano si desde la dirección no se ocupa el glorioso ‘César’ de sustraerlo a la atomización a que fue sometido por las múltiples empresas electorales que lo arrodillaron ante la corrupción y el clientelismo.