El doloroso caso de la actriz caleña Sandra Brand, fallecida en hechos por esclarecer tras una cirugía estética en sus glúteos en Bogotá esta semana, vuelve a generar la permanente discusión y análisis acerca de las condiciones en que se realizan los miles de procedimientos diarios con los cuales, hombres y mujeres buscan mejorar su aspecto físico más que lograr beneficios para su salud. El doloroso caso de la actriz caleña Sandra Brand, fallecida en hechos por esclarecer tras una cirugía estética en sus glúteos en Bogotá esta semana, vuelve a generar la permanente discusión y análisis acerca de las condiciones en que se realizan los miles de procedimientos diarios con los cuales, hombres y mujeres buscan mejorar su aspecto físico más que lograr beneficios para su salud. La autoestima, ese concepto sicológico que apunta a nuestra manera de estar y actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás, ha sido sesgado hacia una consideración más banal de la simple apariencia física; bien lo han dicho reputados expertos que la expresión de aprecio más sana es la que se manifiesta en el respeto que le merecemos a otros, más que el renombre, la celebridad y la adulación, pero muchas personas creen que es lo segundo y no lo primero lo que centra sus vidas. Pero independiente de ello, el énfasis en casos como el de la actriz y modelo Brand es la existencia, sin control ni supervisión, de un sinnúmero de supuestos profesionales y establecimientos dedicados a ofrecer, cual mercado persa y en formas poco éticas, el mejoramiento visual de casi todos los rasgos del cuerpo con todos los riesgos que ello conlleva y que, como se ha visto aquí y en otros países, ya deja una larga estela de víctimas mortales. No sobra recordar que, de acuerdo con las permanentes recomendaciones de los expertos, una cirugía estética es segura si y solo si es planeada correctamente, realizada por un especialista experimentado en una clínica que cuente con el personal y equipos adecuados lo cual disminuye notablemente los riesgos y posibilidades de complicaciones. Y no cualquier persona es apta para someterse a todos los procedimientos, dependiendo sobre todo de sus condiciones mismas de salud; lastimosamente en el afán de deshonesto lucro, algunos centros de este tipo de cirugías pasan por encima de tal consideración y someten a los pacientes al alto riesgo que significa el bisturí. Por ejemplo, un paciente que ha tenido tres procedimientos de rinoplastia y todavía no está satisfecho con el resultado, genera peligro a la hora de querer un procedimiento adicional. Sin dejar de considerar aspectos clave de la misma intervención como la anestesia para lo cual los profesionales recomiendan, sin falta, analizar la edad, el examen físico, análisis de sangre estándar, un electrocardiograma o una radiografía de tórax o de otros estudios necesarios y una lista de todos los medicamentos que el paciente esté tomando antes de la cirugía. En el caso colombiano es imprescindible que antes de pensar en un procedimiento estético, los pacientes consulten con la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica a cuya página se puede acceder por internet para asegurarse de que sus miembros sean cirujanos plásticos que tengan estudios aprobados en universidades reconocidas, así como una experiencia suficiente y una práctica que este dentro de los reglamentos seguros que la misma sociedad propone. La belleza artificial, mal concebida, es mortal. “Con todos los riesgos que ello conlleva y que, como se ha visto aquí y en otros países, ya deja una larga estela de víctimas mortales”. EDITORIALITO No siempre los reductores de velocidad contribuyen a prevenir la accidentalidad. La instalación de estos dispositivos sin ningún control, sin cumplir las normas ni las especificaciones técnicas, como ocurre en casi todos los barrios de Neiva, frena la movilidad y obstaculiza la libre circulación. No hay claras medidas de señalización ni demarcación.