Bolívar, guerrero y estadista. Por Carlos Martínez Simahan

Asistíamos a la reunión de la Comisión Interamericana de Educación, Ciencia y Cultura, que se realizó en Quito en 1978, en calidad de Viceministro de Educación. Como todos los Ministros eran militares, el delegado de Venezuela, historiador Salcedo Bastardo, me invitó a que “desertáramos” para visitar en su estudio al pintor del Guayas, su gran amigo. Encontramos a Guayasamin  pintando, mirando la ciudad azul, con cante jondo como música de fondo y abierta una  botella de jerez. Nos contó que ese era el entorno  en el cual acostumbraba trabajar. En poco tiempo el jerez se había consumido y Salcedo Bastardo explicó que estaba escribiendo una biografía de Bolívar para niños y la portada debía ser un Bolívar transparente. Guayasamin inició una serie de bocetos que nos fue mostrando. En ellos se representaba al héroe americano como un líder noble que nos miraba engrandecido desde el pico de los Andes, detrás de los cuales se asomaban los países libertados. Estas evocaciones han venido a la memoria leyendo el “Bolívar, Contrarrevolucionario Genial” de Alberto Abello, investigador acucioso, de cultura clásica, quien acierta en describir el ambiente social y político de Cartagena en el momento que llega Bolívar derrotado y caída la República de Venezuela. El Bolívar galante da paso a un afiebrado líder poseído de la misión de libertar a la Nueva Granada como paso indispensable hacia la libertad de Venezuela. Eran los momentos germinales de la epopeya bolivariana que se inicia con el Manifiesto de Cartagena (Dic. 1812) en el cual  “el hijo de la infeliz Caracas” pre-anuncia su concepción de un gobierno central fuerte que mantenga la unidad de las naciones libertadas. Era el sueño de la Gran Colombia, frustrado “por manera que tuvimos filósofos por jefes… dialéctica por táctica y sofistas por soldados”. El historiador severo que es Abello nos regala un dato muy importante: Bolívar desde Lima, en comunicación con Pedro  Gual, mueve los hilos diplomáticos para conseguir la unión con México. Ya pactada semejante integración, Santander le pone zancadillas otorgándole a EE. UU. beneficios comerciales, pues la gran potencia no podía aceptar el nacimiento de tamaña federación de países. La grandeza del genio es derrotada por el localismo mezquino de los togados sin concepción continental, hispanoamericana. Asimismo, Alberto Abello, conservador formado en altas disciplinas, encuentra en el historiador Tulio Ayesterán el análisis preciso para sustentar su Bolívar Contrarrevolucionario: “Lo que emprenden Bolívar y todos los mantuanos es un movimiento de oposición a la revolución. ¿A cuál revolución? Pues a la francesa que, con Napoleón a la cabeza, había invadido España y destronado a los legítimos monarcas…” “La Independencia es, pues, una contrarrevolución de las derechas en contra de la burguesía, la izquierda de entonces”. Estamos frente a un libro documentado, con juicios novedosos sobre la gesta independentista,que merecen debatirse, pues ¿cómo decir que la Independencia de América no fue una revolución?

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