Anders Behring Breivik, procesado por la masacre de 77 personas el verano pasado en Noruega, afirmó que la pena de muerte o la absolución son los únicos “desenlaces justos” para su juicio. OSLO (AFP) Anders Behring Breivik, procesado por la masacre de 77 personas el verano pasado en Noruega, afirmó que la pena de muerte o la absolución son los únicos “desenlaces justos” para su juicio. “Sólo hay dos desenlaces justos en este caso: la absolución o la pena de muerte”, declaró el extremista de derecha. “Una pena de cárcel de 21 años es patética. No deseo (la pena de muerte) pero respetaría el veredicto”, añadió. La pena de muerte no existe en Noruega. Si es declarado penalmente responsable tras el juicio, de 10 semanas, en el que es procesado por “actos de terrorismo”, el extremista de 33 años puede ser condenado a 21 años de prisión, pena que puede ser prolongada indefinidamente si se le considera una amenaza al concluir su condena. Si por el contrario los cinco jueces del tribunal de Oslo lo declaran irresponsable en su sentencia prevista en julio, Breivik puede ser internado en un hospital psiquiátrico. Interrogado sobre si las dos “células” que menciona con frecuencia existen de verdad y si hay motivos para temer que ataquen en Noruega en cualquier momento, respondió de manera afirmativa en dos ocasiones. Breivik no dio detalles sobre sus supuestos contactos con otros extremistas nacionalistas que habrían participado en la creación de los Caballeros Templarios, organización mística a la que afirma pertenecer. “Yo no deseo hablar sobre eso”, repitió Breivik en respuesta a las insistentes preguntas de la fiscal Inga Bejer Engh. “Sólo soy un militante nacionalista entre muchos otros”, explicó Breivik. “Si no se satisfacen nuestras peticiones y si el partido laborista no cesa de destruir la cultura noruega, volverá a ocurrir”, afirmó emocionado al recordar los ataques. Presentándose como “soldado” en guerra para proteger a “los noruegos de cepa” contra “la invasión musulmana”, el extremista reconoció los hechos pero rechazó declararse culpable. Fundada con otros tres militantes nacionalistas europeos -cuyas identidades no quiso revelar- en un encuentro en Londres en 2002, esta organización sería informal y estaría compuesta por “células individuales y autónomas” que pueden actuar independientemente las unas de las otras, agregó. Dos de las células estarían en Noruega y otras 15 ya existirían en Europa, afirmó, y además subrayó que sólo se trata de un cálculo y que la cifra podría alcanzar 80. Lamentando “la acción por encima de todo patética de los militantes nacionalistas en Europa desde la Segunda Guerra mundial”, Breivik dijo que desea desde “un punto de vista metodológico” que los activistas se inspiren de Al Qaida, una “organización revolucionaria más lograda”, según él. “Deseo que más personas se comprometan en el combate para salvar a Noruega y a Europa”, dijo, y precisó ser “antinazi” en respuesta a la pregunta de un juez. Durante una reunión de Londres, se le habría confiado la tarea de “redactar” un “compendio” para promover la causa nacionalista, lo que hizo bajo la forma de un manifiesto de 1.500 páginas que difundió el día de los ataques. En ese manifiesto, el extremista de derecha afirmó ser miembro de los Caballeros Templarios. La policía noruega no ha logrado jamás probar la existencia de esa red. Breivik dijo también que entró en contacto “casualmente” en la red internet con una persona en el extranjero en 2001, y que ese encuentro hizo nacer la idea de crear los Caballeros Templarios. Reiteró haber viajado a Liberia para reunirse con un militante nacionalista serbio, aunque se negó a dar su nombre y las razones del encuentro, limitándose a mencionar un proceso de selección. La mayoría de los familiares de las víctimas se pronunció en favor de que se permita a Breivik hablar tanto tiempo como lo desee, aunque sea doloroso escucharlo justificar su matanza. Uno de los abogados que representan a los familiares, Christian Lundin, en cambio, criticó que a Breivik se le haya permitido leer durante casi una hora y media, cuando se le habían asignado sólo 30 minutos. El 22 de julio de 2011, Breivik hizo estallar una potente bomba frente a las oficinas del primer ministro noruego, provocando la muerte de ocho personas. Un poco más tarde, vestido de policía, disparó a mansalva durante más de una hora contra miembros de las juventudes del partido socialdemócrata reunidos en un campamento de verano en la isla de Utoya, próxima de Oslo, matando a otras 69 personas, en su mayoría adolescentes.