Nada alentadoras son las noticias que por estos días surgen en el Huila en materia de seguridad. La verdad es que solo son el reflejo de cómo un tema clave para la región se ha ido deteriorando –o lo han dejado deteriorar–, sin que a la fecha los huilenses conozcan de un plan integral para abordarlo.
Para la muestra un vistazo a los hechos de los últimos días: cuatro asesinatos en Pitalito en pocas horas; policías en Guadalupe en alerta por inminente ataque de las disidencias de las Farc; incursión de sicarios en Campoalegre dejó un muerto; la inseguridad frenó importante obra vial en el occidente del Huila, van 3.200 hurtos en 2024 en Neiva, entre otros.
Evidentemente, estamos ante una escalada de violencia en varios municipios del departamento que requiere una urgente atención por parte de las autoridades.
Por ejemplo, el caso de la parálisis que enfrentan las obras de construcción y pavimentación de la vía La Plata-Gallego, un viejo anhelo de las comunidades de la región, es inconcebible. No puede ser posible que estos trabajos estén en pausa debido a las intimidaciones de las disidencias de las Farc. Este es un tema que hace rato debieron resolver las autoridades con medidas de seguridad tendientes a garantizar que la firma contratista cumpla con el objeto del contrato.
Alguien podrá decir en medio del complejo panorama de orden público que vive el país, que las cosas en el Huila no están tan mal. Y probablemente habrá otra persona que también diga que no es necesario comentar lo que está ocurriendo para no hacerle daño a la imagen del Huila y evitar que se ahuyente la inversión o el turismo. Nada más mediocre que este tipo de posiciones.
Lo que hay que exigirles al gobernador del Huila, Rodrigo Villalba Mosquera, a los alcaldes, a las Fuerzas Militares y de Policía, a jueces y fiscales, es que diseñen e implementen un ambicioso plan para recuperar la tranquilidad en la región, con todo lo que eso implica: control territorial, fortalecimiento de la Policía Judicial, cero impunidad e inversión social.