Increíble la triste realidad de un país que ve morir, en promedio, a una persona cada 22 días de manera violenta como causa o por hechos de disputa relacionados con su afición a un determinado equipo de fútbol profesional.
Y fue necesario que asesinaran a dos más en la ciudad de Bogotá en menos de 48 horas para que se tomara la tibia decisión, coyuntural y apenas necesaria, de suspender el conflictivo partido entre Millonarios y Atlético Nacional, que se ha convertido para sus barras más agresivas en literales duelos a muerte. E incluso caen víctimas de esas riñas personas que son ajenas a esas pasionales aficiones, como ocurrió con un militar retirado cuyo pecado fue salir a defender a su hijo que era atacado por otros supuestos hinchas.
La relación de camisetas y balones teñidos de sangre en Colombia en los recientes meses es altamente dolorosa: en mayo mataron a tiros, en Itagüí, a un seguidor del Once Caldas que iba en una chiva. Y en abril, Daniel Sánchez y otros tres amigos tuvieron la desgracia de encontrarse en un parador de carretera, en Chinchiná, con barras bravas del Nacional. La pelea estalló y Daniel murió por una puñalada en la espalda. Y como si no fuese suficiente, y a manera de ritos dantescos, sus asesinos se llevaron su camiseta del Once Caldas ensangrentada como trofeo. En lo que va del 2013 han sido asesinados ocho miembros de barras, en todos los casos por enfrentamientos con seguidores de un equipo rival.
Según la Policía, los disturbios reseñados desde el 2011, dejan 72 enfrentamientos graves de barras bravas, con más de cien heridos, la mayoría de ellos menores de edad. Y en este mismo periodo se les ha decomisado entrando a los estadios 28.000 armas blancas y tres de fuego.
Y frente a este aterrador panorama, la Federación Colombiana de Fútbol alega sin razón que, mientras no les muestren una sentencia judicial que diga que tal o cual homicidio fue culpa del balompié, ellos no tienen nada que ver con el asunto, y que todos esos casos “son un problema de orden público que, en la mayoría de casos, nada tienen que ver con el deporte”. Lo dijo el Jefe de Seguridad de la Federación, una entidad que vive, se nutre, se enriquece y ejerce poder gracias a la afición de millones de colombianos.
La “moda” de las llamadas “barras bravas” – que en el Reino Unido se denominaban “hooligans” y fueron erradicados – nos llegó del fútbol argentino como una pésima copia y se incrustó acá como un virus sobre el cuerpo nacional, y sin duda ninguna ya ha hecho metástasis. Todas las autoridades, desde los alcaldes hasta el Presidente, tienen facultades y competencias para frenar con drasticidad esta espiral de sangre y dolor alrededor de un acto sublime como es el deporte. Hace rato es hora de que las usen.
“La relación de camisetas y balones teñidos de sangre en Colombia en los recientes meses es altamente dolorosa”
Editorialito
En un exitoso operativo el Gaula de la Policía rescató sano y salvo al caficultor Francisco René Acosta, quien había sido secuestrado por delincuentes comunes en Pitalito, el 9 de agosto pasado. Nos alegra que regrese al seno de su familia. Y el golpe propinado por estas bandas delicuenciales.