El Atlético Huila ha estado en los últimos días en boca de muchos por cuenta de algo que no debió suceder: el episodio del recogebolas que lanzó un balón al terreno de juego en el momento exacto en el que el elenco opita estaba a punto de recibir un gol por parte de La Equidad y que le hubiese significado una derrota en el cierre de la fecha número 15 del campeonato del fútbol profesional colombiano.
La escena bochornosa se presentó en el estadio Guillermo Plazas Alcid, cuando el Huila jugaba con un jugador menos producto de una expulsión y además había sido empatado por La Equidad en el minuto 81. Y en la jugada final, el equipo visitante se proyectó con inminencia de gol hacia la portería norte; fue en ese momento cuando el recogebolas, Luis Amaya, saboteó el disparo con un pelotazo. Al haber dos balones en el terreno de juego, el juez del compromiso invalidó la acción.
El protagonista de la ‘jugadita’ salió a justificar la acción diciendo que había sido “por amor al club. Yo vi que ya nos iban a hacer el gol y dije: no, acá no nos pueden hacer el gol y mandé el balón”.
Como consecuencia de este hecho, el club Atlético Huila recibió una multa de casi $28 millones por parte de la División Mayor del Fútbol Colombiano, Dimayor.
Si bien algunos hinchas del Atlético Huila aplaudieron la ‘jugadita’ del recogebolas y otros lo hicieron ver como un “héroe” porque una derrota acercaría más al equipo a la B, el episodio es inaceptable. La trampa no debe generar hilaridad ni aplausos.
A los partidos de fútbol se les debe recordar por las hazañas de los jugadores y no por las acciones tramposas o antideportivas.