Chávez: latinoamericano inmortal. Por Belén Alarcón

Poseedor de  una  genuina cultura latinoamericana, que le permitió construir una manera propia de comunicarse con el pueblo, vestido con un impecable traje de saco y corbata, en la mismísima sede de las Naciones Unidas, Hugo Chávez el ciudadano presidente Venezolano, llamó por su nombre al imperio: “Uff, huele a azufre”, le escuchó el mundo decir,  refiriéndose al presidente norteamericano Busch,  como el diablo. Quienes lo vieron como personaje tropical y lo llamaron loco, no previeron que ese hombre que cantaba joropos y recitaba poemas populares, estaba provisto por la naturaleza de una fuerza comunicativa, capaz de transmitir su deseo genuino de mejoramiento de las condiciones de vida de los venezolanos y reivindicación de los de abajo, marcando con ello la historia de América Latina de manera irreversible. Cambió el mapa latinoamericano y modificó el paisaje político regional, devolviéndole la dignidad y con ella la esperanza  emancipatoria al continente. No en vano el slogan de Telesur, la cadena televisiva estatal: Nuestro norte es el sur. Basta ver como titularon los diarios del mundo su fallecimiento. Ha muerto no sólo el líder de Venezuela, sino el de Latinoamérica. La presencia de los mandatarios y la declaratoria de duelo de varios países, dan cuenta del impacto de su liderazgo en la geopolítica regional. El mensaje del presidente colombiano, reconociendo sus diferencias ideológicas y en el manejo de la economía, pero valorando el papel del presidente Chávez en los acercamientos para las negociaciones de paz con la insurgencia, son un mentís para quienes, incluidos los medios de comunicación y algunos políticos, esos sí atizadores de la guerra,  quisieron mostrarlo como un guerrerista y enemigo de Colombia. El presidente Chávez Recuperó el pensamiento de Simón Bolívar, que había sido vaciado en bronce y despojado de contenido, en las miles de estatuas, calles, plazas, parques y carreteras y de quien las nuevas generaciones  no conocían sino su lado militar, tal pareciera que intencionadamente en las malas lecciones de historia, quisieron desaparecer su pensamiento libertario . Eso lo hace trascender y le permite a los jóvenes, huérfanos de referentes humanistas, tener uno contemporáneo. Un hombre que gano catorce de quince elecciones, reconocidas por los observadores del mundo como de las más transparentes, no puede llamarse un dictador sino un demócrata cabal. Un hombre que ofreció a los  venezolanos humildes hacer justicia social y la hizo, restituyéndoles  su ciudadanía, no puede llamarse populista, es un humanista. Su ejemplo de coraje, lucha e inteligencia, ya lo coloca en el  panteón de los grandes de Latinoamérica y del mundo. Las imágenes de dolor del pueblo que se siente reconocido en su líder, lo proyectan en la gloria de la historia. Como diría Hegel, de nuestro tiempo fuiste el mejor.

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