El intento anterior, con “Crónica de una muerte anunciada”, nos dejó muy claro que la obra de Gabriel García Márquez es un clásico difícil de adaptar. Ahora, el nuevo reto es “Cien años de soledad”, la máxima creación de Gabo, que nos invita a explorar Aracataca, Macondo y otros mundos llenos de personajes inolvidables y un lenguaje repleto de imaginación y magia.
Gabo siempre tuvo una preocupación principal: el lenguaje. En un almuerzo con Doña Elvira Cuervo, ex ministra de Cultura, y Carolina Castillo, ex directora del Museo del Chico, se discutió cómo el maestro nunca quiso llevar su novela a la televisión o al cine. Su principal temor era cómo adaptarían el lenguaje de la época.
Lo sorprendente es que Gabo no estaba preocupado por las locaciones, que fueron construidas en Alvarado, Tolima, en un set de 10,000 metros cuadrados, ni por el casting, que contó con 10,000 actores para seleccionar a 25 principales y 20,000 extras. La producción, realizada por la compañía colombiana Dynamo, también fue de gran calidad.
El director de la Fundación Gabriel García Márquez, Jaime Abello, compartió que Gabo sabía que adaptar su novela a la pantalla sería casi imposible. A pesar de las posibles ganancias, nunca mostró interés en llevarla al cine y, hasta su muerte, se mantuvo firme en su decisión.
Esto contrasta con los herederos, que decidieron vender el manuscrito de “En agosto nos vemos”, un texto que Gabo consideraba inpublicable. La crítica lo destrozó, y él tenía razón al no querer que se editara.
Ahora, con una producción colombiana y un elenco talentoso que incluye a Viña Machado y Carlos Cataño, surge una inquietud: ¿podrían algunos personajes ser fusionados o eliminados para simplificar la narrativa? Esto es común al adaptar obras literarias al formato visual.
Es evidente que Netflix hizo una oferta irresistible para lograr esta adaptación. La serie ya está al aire, y solo queda esperar para ver si han logrado capturar la esencia del realismo mágico.
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