Por allá en el año 2002 leí los cien años de soledad que relata Gabo y, no, no lo puedo negar, me enamoré de las mariposas amarillas y los infinitos romances intra y extrafamiliares en el pueblo inexistente de Macondo. Fue todo un trabajo sacar el árbol genealógico y seguir la cuerda de cuál Buendía era cuál y quién era hijo de quién, pues con ese merequetengue que tejió la novela, no era difícil perderse entre las sábanas de sus varios Arcadios y Aurelianos…
En ese momento de bachillerato jamás me imaginé posible que la produjeran en televisión, el realismo mágico es una forma de escritura casi imposible de dibujar en tres dimesiones. Más allá que cualquier lectura -en la que se solicita que la imginación dibuje la historia-, Márquez realiza unas peripecias literarias que hacen que el tiempo y el espacio sean especialmente difíciles de poner en imágenes descriptivas y lineales. Así que sí, fue una sorpresa cuando ví el corto sobre la serie de Netflix, no sabía cómo iban a pintar el arte de aquel quien pintó como Pollock en letras. El día del lanzamiento ya estaba sentada para ver el primer episodio, me pareció un poco lento, pero a su vez estimuló mi curiosidad. Durante la semana que me costó ver toda la serie, cada día me impresióné más, pues el uso de la cámara, las tomas lentas, la caracterización de los personajes, la emoción, la fotografía y, el color de la producción, me parecieron perfectas para la novela. Por alguna razón el juego de imágenes me decía que estaba leyendo un libro.
El último capítulo me dejó sin aliento y con lágrimas en los ojos; la magia del realismo mágico en pantalla supo pintar el dolor del conflicto colombiano en medio de los paisajes más maravillosos con sus habitantes cargados de pasión, entereza y valentía, pero tan confundidos entre el miedo a la violencia y la necesidad de defender sus vidas y territorio a como de lugar.
Si no la ha visto, se la recomiendo, téngale un poco de paciencia que no es Narcos ni el Cartel de los Sapos, empieza lentamente pero su desarrollo es bellísimo. Si no ha leído a nuestro nóbel de literatura, vea la producción, tal vez podrá saborear la belleza del arte hecha letras.