Quienes se oponen al traslado y monumental exposición de un pequeño grupo de esculturas de San Agustín al Museo Nacional de Colombia, pueden terminar provocando – con sus respetables pero erradas convicciones – no solo el ridículo ante el país sino que desaprovechemos de la peor manera una de las más grandes ocasiones de promoción del más alto nivel para el Huila todo. Y que la conmemoración de estos 100 años de los trabajos emprendidos científicamente por el etnólogo Konrad Theodor Preuss, se tiren por la borda en medio de un bizantino debate de rancio regionalismo. Y que volvamos al ostracismo en el que se ha tenido a nuestra maravilla arqueológica por parte del poder central. Pero además, sorprende, como ocurrió el sábado pasado que funcionarios de la Secretaría de Cultura intenten sabotear el evento.
No sobra volver un poco sobre la historia para no repetirla. A mediados de 1913, cuando el casi anónimo Preuss se internó – por su cuenta y riesgo – por las montañas andinas que dan origen al mismo río, la zona arqueológica de San Agustín era tan o más desconocida ante los colombianos que el mismo investigador. Apenas unos textos – leídos por unos privilegiados – del sabio Francisco José de Caldas y el ingeniero militar italiano Agustín Codazzi daban cuenta de la existencia de vestigios y ruinas pre colombinas hechas en piedra, por una cultura de la que nadie daba razón. Unos 40 años antes del sabio Caldas, el escritor franciscano español Fray Juan de Santa Gertrudis había recorrido las inhóspitas zonas de San Agustín e Isnos y redactado su famosa obra “Maravillas de la naturaleza”, donde relató con un estilo muy peculiar sus correrías misioneras entre 1757 y 1767, pero su libro estuvo inédito y guardado hasta mediados del siglo XX, es decir otros 40 años después de la exploración de Preuss.
El explorador europeo (realmente nacido en Rusia pero de familia germana), tuvo la fortuna – para nosotros – de escoger la zona de San Agustín para iniciar sus trabajos en Colombia. Allí permaneció desde diciembre de 1913 hasta marzo de 1914, ocupado en las excavaciones que relata parcialmente en su carta del 31 de enero de ese último año. Y una década después, pasada la I Guerra Mundial, Preuss expone ante el mundo europeo una muestra de esas maravillas – algunas originales y otras réplicas – en Berlín, donde hoy continúan. Mientras tanto Colombia demoraría otros años para percibir la verdadera trascendencia de los escultores del Alto Magdalena, y otras décadas más nosotros – sus descendientes – empezaríamos a descubrir que somos los herederos de un tesoro mundial invaluable.
Lo que no podemos hacer es cerrar nuestra visión y trancar la puerta para solo abrirla hacia adentro; Preuss llevó las esculturas en condiciones frágiles y mínima seguridad, y allá están en perfectas condiciones. Permitamos que ahora, con estrictas medidas y tecnología de punta, movamos otra vez unas cuantas – que serán devueltas en 3 meses – para que el poder central, y el mundo, vuelvan a descubrir a San Agustín. Pero esta vez seamos nosotros los exploradores que les contemos el cuento.
“Lo que no podemos hacer es cerrar nuestra visión y trancar la puerta para solo abrirla hacia adentro”.
Editorialito
En buena hora el gobierno departamental decidió meterle el acelerador a la recuperación de las vías terciarias, en grave deterioro. Más de diez mil millones de pesos se ejecutarán en estos proyectos, con recursos de la Nación. Ya era hora.