Una tarde de enero bajo los árboles, mi padre y yo nos deleitamos con la sinfonía de las aves que, aunque invisibles, llenaban el aire con sus melodías. Con una guía ilustrada de la avifauna colombiana en mano, intentamos, sin éxito, descifrar quiénes eran los autores de la magnífica interpretación. ¿Serían aves grandes de plumajes discretos o pequeñas y coloridas? ¿Residentes o visitantes estacionales? ¿Qué historias escondían sus cantos? Intrigados, reconocimos nuestra limitada capacidad para identificar a estos misteriosos cantores.
Hoy, gracias a la descentralización del conocimiento, estas preguntas pueden resolverse con un teléfono móvil y aplicaciones colaborativas, como eBird de la Universidad de Cornell. Sin necesidad de ser expertos en ornitología, logramos identificar a los intérpretes, distinguir sus plumajes y conocerlos por su nombre. Más allá de divertirnos, esta experiencia permitió ampliar nuestro conocimiento sobre la avifauna colombiana y mirar con nuevos ojos el entorno inmediato: todo espacio donde las especies encuentran refugio.
Esta misma posibilidad se amplifica con plataformas como iNaturalist, que facilitan el registro e identificación de diferentes organismos de la fauna y la flora, incluso del reino de los hongos y protozoarios. La ciencia ciudadana a través de estas aplicaciones ha convertido la curiosidad cotidiana en una herramienta de investigación participativa. Ahora, cualquier persona desde donde esté, puede contribuir a proyectos científicos con algo tan simple como una fotografía. Cada registro es una pieza valiosa en el rompecabezas de nuestro conocimiento colectivo.
Por otra parte, al aprender a observar la biodiversidad desde estos lentes, jóvenes y adultos conectamos con el entorno y comprendemos su importancia. De esta manera, combatimos la “ceguera ante la naturaleza” de generaciones cada vez más inmersas en el mundo digital y renovamos nuestra capacidad de asombro. Estas iniciativas no solo generan datos, sino que también fomentan la divulgación científica y la conexión entre comunidades, expertos y aficionados. Te invito a explorar estas herramientas de ciencia ciudadana, participar en proyectos colaborativos y convertirte en parte activa de este movimiento global que no solo amplía nuestro conocimiento, sino que también inspira acciones para la conservación de la biodiversidad. ¿Qué maravillas podrías encontrar en tu propia ciudad o incluso en tu propio jardín?