Una valoración de las potencialidades y los conflictos del departamento del Huila, realizó el ahora ex gobernador encargado Luis Guillermo Vélez Cabrera.
ESPECIAL LA NACIÓN, NEIVA Una valoración de las potencialidades y los conflictos del departamento del Huila, realizó el ahora ex gobernador encargado Luis Guillermo Vélez Cabrera. A modo de reflexiones, Vélez Cabrera revisa, una a una, las condiciones en las que el Huila se desenvuelve hoy, y los procesos y tareas que deberán de asumir su pueblo y sus dirigentes en el inmediato futuro. Aquí, su análisis. Culminado el breve encargo como gobernador del Huila y habiendo tenido la oportunidad de conocer algo más del departamento, me gustaría compartir con los lectores cinco reflexiones que espero sirvan en los próximos años para hacer de nuestra tierra una verdadera tierra de promisión.
- El postconflicto es ahora. Si bien la situación actual de orden público en el departamento dista mucho de la época de zozobra de El Caguán, lo cierto es que aún persisten serios problemas de seguridad en muchas zonas. Además de la presencia, muy disminuida pero aún persistente, de la guerrilla de las Farc en los corredores estratégicos, que resulta suficiente para realizar actos de terror como el acontecido en Nátaga hace unos días, el departamento verifica una preocupante situación de inseguridad común que parece bastante difundida. Sea en el barrio Las Camelias de Neiva, donde presencié de primera mano los ruegos de una madre pidiéndole a la policía que detuviera a su hijo de trece años para que se lo llevará a un correccional, o en Gigante donde el Comité de Cafeteros se quejaba de que los atracadores de las fincas eran capturados y puestos en libertad casi de inmediato por la justicia, o las amenazas a las diputadas de Acevedo, hechas por una dupleta de padre e hijo, o el intento de secuestro de una dirigente en Palestina por parte de una banda armada que milagrosamente resultó fracasado, resulta claro que se requiere de una política de seguridad ciudadana coordinada desde el nivel departamental, con los municipios y con la fuerza pública nacional. El fenómeno de las BACRIM lamentablemente será un componente del posconflicto y muchos de los actuales actores armados se rehusarán a cesar su actividad delincuencial y alimentarán la lumpenización criminal que ya es evidente.
- El Estado es un gigante con pies de barro. Existe un inmenso abismo entre lo que una gobernación quisiera y, supongo, debiera hacer, y lo que realmente está en capacidad de hacer. En ningún caso es esto tan evidente como en el ejercicio de monopolio rentístico de licores. Hasta mediados de los noventa el departamento producía aguardiente a través de una empresa licorera que en vez de generar rentas generaba detrimentos patrimoniales. Luego se estableció el esquema de concesión privada que sin duda representó una mejora sobre lo anterior, no obstante que el privado empezó a recibir una importante tajada de los ingresos monopolísticos. De hecho, por cada peso que genera una botella de aguardiente, 22 centavos van para el comercializador privado, 25 centavos para el maquilador oficial y 53 centavos para el departamento. A pesar de esto, nadie parece preguntarse cuál es el valor agregado de un comercializador privado cuando hay un monopolio, es decir cuando constitucionalmente está prohibida la competencia. ¿Será que en verdad se necesita? Lo dudo mucho, y así lo confirma la experiencia del departamento de Nariño.
- Los recursos son parte del problema y no de la solución. Mucho se habla del recorte de los recursos de regalías y del trámite, para algunos engorroso, de los OCAD. Es cierto que los recursos disponibles son ahora menos que antes, sin embargo, vale la pena preguntarse qué pasó con los billones de pesos; sí, billones de pesos, que el departamento recibió por regalías en las últimas dos décadas. ¿Se sembraron las regalías? Claramente no. Como dijo jocosamente un líder comunal en Aipe, “esto parece África, lleno de elefantes, pero blancos”. En ese sentido, el ejercicio de los OCAD le pone orden a lo que fue una utilización politizada e improvisada de estos recursos, los cuales sin embargo todavía corren el riesgo de servir como gasolina de la maquinaria clientelista. Al fin y al cabo, mucho hay de cierto en la famosa frase de Juan Pablo Pérez Alfonso, el fundador de la OPEP, quien decía que el petróleo era el estiércol del demonio.
- La gran infraestructura depende de las pequeñas cosas. El Quimbo es una mega obra que hay que hacer. Para la muestra una estadística: toda, repito, toda la producción bruta actualmente de la zona de inundación suma treinta mil millones de pesos anuales y con la represa, solamente con el aumento de la producción piscícola, se van a producir setenta mil millones, más del doble. El deterioro en las relaciones entre comunidad y concesionario se debe en buena medida al resquebrajamiento de la confianza entre las partes. Ante esto, las autoridades departamentales y municipales deben actuar como bomberos y no como pirómanos. Si hay un ambiente caldeado no solamente se pierde la objetividad sino que se abona el terreno para que intereses políticos ajenos a la región recojan los frutos de la discordia. Por algo decía un curtido líder regional que “los paros en el Huila empezaban con los miembros de las juntas de acción comunal de las veredas y terminaban en negociaciones con estudiantes de una universidad de otra región”. ¿Qué sabe un estudiante de un departamento lejano de clase media de la Universidad X o Y sobre la problemática de los caficultores campesinos de El Pital si no sabe distinguir entre un cafeto y un geranio?
- A pesar de todo, las cosas están mejor. Es fácil ser nostálgico del pasado pero lo cierto es que el pasado casi nunca fue mejor. Apuesto a que no hay ninguna estadística social, económica o de seguridad que no esté mejor hoy día que hace diez años. Eso es un hecho incontrovertible, a pesar de que las fuerzas en los extremos del espectro político insistan en lo contrario. De todas formas hay que reconocer que los avances en algunas áreas no han sido todo lo rápidos y contundentes que han debido ser. Por ejemplo, tenemos dos excelentes vías que nos van a comunicar con el occidente del país y otra con el oriente, pero están incompletas. Somos el primer productor de café y peces del país, pero la revaluación hace que muchos pierdan dinero. El petróleo sigue fluyendo, aunque menos que antes, pero se siguen construyendo paradores turísticos y plazas de toros que nadie usa. La pobreza extrema, el desempleo y la inequidad económica han mejorado, pero han mejorado más en el resto del país. En fin, hay una agenda pendiente que debemos seguir construyendo.