Se equivoca quien cree leer “Cien años de soledad” mirando Netflix, tanto como quien cree ver Netflix leyendo “Cien años de soledad.” Confunde dos manifestaciones artísticas esencialmente diferentes: el arte del lenguaje literario y del lenguaje audiovisual.
Poco importan los vasos comunicantes entre las dos disciplinas artísticas. Si el argumento, uno de los tantos elementos de la estética literaria, está fielmente reproducido en el relato cinematográfico. Si el Macondo del Tolima, poblado con personajes de la obra literaria, está bien maquillados y bien actuados. El Macondo de García Márquez será siempre distinto como distinto al de cada lector. Maravilla de la polisemia artística
Al lector de novela le corresponde apreciar la estética del lenguaje escrito. Desde lo formal: gramática, síntesis, creatividad lingüística, imaginación… hasta la ética del contenido: trascendencia, mundos ocultos en los símbolos, retornos a la patria original…
Igual reto para el espectador de cine. Valorar la gramática visual: enfoques, tomas, sonidos, color, ritmos, creatividad, imaginación…; sobre todo, visualizar la ética de la producción para no sucumbir en la banalidad del cine comercial: dosis de anestesia, ideologías, sentimentalismos, cursilerías… Basta recordar el cine-propaganda sionista sobre el holocausto para ganar adeptos mundiales
Novela y cine, arte rebajado a la mecánica comercial para aumentar cantidad en detrimento de la calidad estética. Lamentable situación de los tiempos actuales, gran desafío para el público. Exige criterios estéticos para diferenciar y disfrutar las obras en su lenguaje original. Consciencia plena del objeto ante sus ojos: en una sala de cine no se lee novela, en una novela no se ven películas.
Exige disfrutar películas en su propio lenguaje sin importar su origen literario. Películas, algunas veces, superiores a la obra literaria misma. Basta recordar el Satyricon de Fellini, tan distinta y superior a la novela siendo una buena novela.
En la otra orilla, ninguna de las múltiples versiones cinematográfica de El Quijote reemplazaría la lectura de Cervantes. Ni las múltiples Odiseas e Iliadas hollywoodenses reemplazarían la lectura de Homero. Maravilloso contacto real si las lee, frustración estética si las ve. Productos comerciales, emporio de ilusiones, interesados más el dividendo y menos en la vida del ser humano, objeto mayor de toda obra de arte.
Según Ingmar Bergman, director sueco de películas densas y redimidas por el arte: “El cine es una forma de arte que puede tomar la literatura y hacerla propia, y crear algo nuevo y emocionante a partir de ella. Frente a ellas, solo con criterios estéticos se disfruta el arte de cinematográfico y se evita sucumbir en la deshumanización del mercado.