La Nación
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Coincidencia real, Por Diego Fernando Camelo Perdomo

Cuando me disponía a leer LA NACIÓN del martes me impresioné, y perdónenme la franqueza, con cierta incredulidad. Cuando me disponía a leer LA NACIÓN del martes me impresioné, y perdónenme la franqueza, con cierta incredulidad. Hasta que volví a leer y lo irónico es que no salía de mi incredulidad. Hasta que decidí escribir al respecto. Quizá el presente artículo sea digno de cualquier calificativo de rechazo o repudio entre los lectores dedicados de este regional periódico. De pronto no guste a primera vista lo que voy a decir, y me atrevo a decirlo sin el mayor “quiste psicológico”, como llama Gaitán a los prejuicios, pues es tan sólo una vil muestra de mi total impotencia por ver lo que veo y escuchar lo que escucho. La dicha de la mayoría de los huilenses por la elección de la señorita Cindy Lorena Hermida fue unánime, o bueno, ni tan unánime, porque yo no me incluyo allí. Bien por la jovencita, espero que se la goce como un capítulo de su vida del que por mucho tiempo se mantendrá vigente en su memoria. Bonita, eso no se le niega, ni mucho menos la huilensidad que pretendió representar. De cuerpo estilizado y de figura armoniosa, fuera de levantar suspiros, creo que también logró despertar cierta malicia, o si se le quiera llamar, escepticismo. Cuando se hizo aquel total despliegue por el desfile de traje de baño de las candidatas en el marco de los 400 años de la capital, evento que por cierto no fue para el pueblo huilense, ni mucho menos neivano, sino para la minoría elitista de esta sobria comarca, quedó claro que cuando de belleza se trata, la vaina es seria; tan seria, que la plaza del Centro de Convenciones fue foco de atención del país por una noche en cuanto fuera. Una vez terminada la parafernalia, se bajaron los tubos, se recogieron las alfombras, la niñas se fueron a comer gratis y a sonreír sin chiste y “ adiós el amigo”. Pregunta mi inocencia: ¿culturalmente qué nos quedó? Insisto, el papel hecho por la niña Cindy no estuvo mal, al fin de cuentas ella hizo lo que le dijeron que hiciera, o qué creyeron que ser reina era muy difícil. Lo cierto es que la señorita Huila se alzó en el virreinato de la belleza colombiana. Lo curioso que me pareció fue que dicha dignidad se llevara a cabo precisamente en el año en que Neiva estuviera de aniversario, ¿qué cosas no? No quiero pasar por “aguafiestas” o por anti-regionalista o, peor aún, como un supuesto machista. Nada de eso, señores y señoras. Como advertí al principio, esto algo que como neivano y huilense no creo en este tipo de coincidencias “reales”. A mi modo de ver, esta serie de espectáculos representan un verdadero opio para el pueblo, como diría Marx, separándolo del conocimiento de otro tipo de circunstancias donde el Huila realmente necesita la atención. Sin embargo, no nos digamos mentiras, este cuento de los reinados no se acaba, primero porque es el “pan y circo” de los dominantes para el pueblo; y segundo, es una vitrina formidable para la inversión extranjera o capital privado, como les guste decirle. Finalmente, los “reinados” en tanto que motores del entretenimiento, son un combustible para la economía en sus más diversas escalas.