El sionismo ha sido una fuerza política dominante desde la creación del Estado de Israel en el año 1948. Es bueno decir que no sólo es un partido político, sino también una religión y una ideología. Su principal ideólogo fue Theodor Herzl, un periodista austrohúngaro de origen judío. La corriente sionista tiene tomado el Likud, principal partido de la derecha, hoy en el gobierno, al que pertenece Benjamín Netanyahu.
Para ellos, Palestina es la “Tierra Prometida” a Abraham, y a la que Moisés y Josué llevaron al pueblo judío en su famosa huida de Egipto. Pero muy pronto las guerras políticas y religiosas, sumada a la superpoblación en la región, generaron la diáspora del pueblo judío que se regó por el mundo, con el mérito de haber mantenido su unidad étnica, religiosa y cultural, lo que facilitó el regreso de muchos de ellos cuando después de la segunda guerra mundial y en cierta medida como una compensación al holocausto nazi, con el apoyo de E.U, las potencias europeas y la propia URSS con sus aliados, quienes aceptaran crear en la región de Palestina al Estado Israelí.
Colombia, país que en los últimos 80 años ha estado gobernado por la derecha, excepto esta última administración; su política exterior en todo ese tiempo ha estado signada por las orientaciones del gobierno de los Estados Unidos y como tal se ha vuelto un aliado incondicional de Israel. Las mayores relaciones comerciales de nuestro país con el Asia Menor se han dado con esta nación, fundamentalmente en compras militares como armamento, vehículos, aviones, helicópteros y asesorías en materia de seguridad. Por eso, no es de extrañar la compra del software espía Pegasus adquirido por el anterior gobierno con el propósito de hacerle vigilancia y monitoreo a los líderes de la oposición y a los jóvenes dirigentes de la primera línea, con el terrible saldo de más de 100 asesinados, 50 perdieron uno de sus ojos por los disparos del ESMAD y alrededor de mil capturados, algunos de los cuales aún hoy purgan en las cárceles el “delito” a la protesta social.
No sólo la adquisición del software Pegasus tiene elementos de operación clandestina difíciles de rastrear. También lo fue la venida del espía Rafi Eitan, traído por el presidente Virgilio Barco para asesorar a las fuerzas de seguridad del Estado en la campaña de exterminio contra una organización legal como La Unión Patriótica. Una de las cosas que vino a enseñar fue que “toda operación de inteligencia es una alianza con el delito”. El otro traído por recomendación de los E.U., fue el teniente coronel Yair Klein quien asesoró y entrenó a las autodefensas de Carlos Castaño en la práctica de masacres campesinas y la guerra contrainsurgente. Todos estos delitos contra nuestra nación aún no han sido investigados adecuadamente.