Colombianos: acostúmbrense

Cecilia López Montaño

Lo dice claramente la revista The Economist en su última edición y se refiere a la necesidad de que se acepte por parte de todos los colombianos que las FARC ya no son un grupo terrorista sino un partido político. Obviamente esta afirmación nace del reconocimiento de que amplios sectores de derecha— y esta revista no es precisamente de izquierda— se niegan a asumir los costos de haberle puesto final al conflicto de más de 50 años que ha vivido este país, con más de 200 mil muertos y 7 millones de desplazados, que hoy pueden ser 9.

Estos analistas extranjeros no se escandalizan —como sí lo hemos hecho nosotros— por el hecho de que este nuevo partido conservara el nombre FARC. Coinciden con los directores de ese grupo que, como ellos lo expresaron en su momento, es una forma de recordar su historia. Pero lo más interesante es su insistencia sobre el grave peligro que corre el país, si se sigue insistiendo en negarles esa posibilidad de cambiar armas por palabras en el debate político del país. Es interesante que su artículo lo titulan “La Guerra de la Rosa”, obviamente ese símbolo del nuevo partido destila sangre.

Este artículo parece escrito directamente no solo para el Centro Democrático sino para esa élite colombiana que cada día se enfurece más frente a un partido que en términos de opinión, le va mejor que a los decrépitos partidos tradicionales. Y para que se calme este amplio sector del país que además sigue mandando, el artículo confirma que es un absurdo pensar que Timochenko pueda llegar a la presidencia y afirma algo que no quieren escuchar estos sectores tan recalcitrantes en su odio al partido FARC: al Congreso de la República llegarán sus representantes y no será con insultos, como hasta ahora, como los van a sacar.

Como se les ha dicho en privado y en público, nadie puede obligar a este sector de la sociedad colombiana a que les guste el nuevo partido, pero en vez de negar su existencia lo que tienen que hacer de manera individual y colectiva si así lo desean, es simplemente no votar por ninguno de sus miembros. Lo que es muy grave es que no reconozcan el peligro de seguir con su actitud de cerrarles las puertas de la democracia. El Economist, óiganlo bien, afirma que las FARC le han cumplido al país y si el proceso del posconflicto no va bien es por el hecho de tener Colombia un Estado débil que no ha podido cumplir a tiempo con sus compromisos.

Lo más importante de este análisis que no es realizado por la izquierda ni internacional ni nacional, es que es reiterativo en el inmenso riesgo en que están sometiendo a Colombia los que no quieren aceptar que la paz con las FARC tiene un consto que tiene que aceptarse. De no hacerlo como hasta ahora, están poniendo en riesgo la paz con el ELN y sobre todo, la posibilidad de romper con esa vida de sangre y violencia a la que ha estado sometido este país.

Si esta derecha no cede en su posición no solo está generando grandes peligros para su propia Nación, sino que tendrá que asumir el drama de vivir la campaña presidencial más agria de su historia. Para terminar, los autores le solicitan a Estados Unidos que contribuyan a que los colombianos se acostumbren a ver a las FARC no como guerrilleros sino como políticos, sacando a sus miembros de la lista de terroristas. ¿Será posible que empezando por el expresidente Uribe, que sin duda debe leer The Economist, sus seguidores depongan su rabia en el corazón y empiecen a acostumbrarse a la nueva realidad política de Colombia? Si lo pide el Economist por algo será. Su terquedad claramente ha traspasado las fronteras nacionales y preocupa al resto de mundo.

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